Acéptalo, no eres para todos

Mauricio Cabrera
5 min readJan 24, 2019

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Obsérvala. A ella y a nadie más. A él y a nadie más. O sólo a unos cuantos, a los que sabes que te representan. Pero no te obsesiones con los otros. No los mires con tanto deseo como para que llegues a ignorar a los que están. Mira hacia el frente, encuentra a los que están ahí. Interactuando, opinando, apoyándote, creyendo. Son ellos los que te harán crecer. No el ruido de allá afuera. No las grandes masas que no son para ti.

Nos acostumbramos a vivir de trending topics. El problema es que esas tendencias no son las de nuestra vida, sino las que un gran grupo social, a veces manipulado por algoritmos y empresas dedicadas a encaminar la charla masiva hacia su conveniencia, impone como un manual implícito de lo que se debe hablar, hacer y pensar. Creencias tuiteadas tantas veces que se hacen realidad. Protocolos de comportamiento que condicionan nuestra individualidad y comprometen el libre pensamiento. Pensar como todos y hablar de lo que todos provoca a menudo que nuestras convicciones se debiliten. Que sean tan frágiles que ya no sean las nuestras sino las de otros las que nos rigen.

Que el éxito en la vida se mida a partir de la cantidad de seguidores en redes sociales ha derivado en un extravío de la calma personal. Un detonante más del estrés que a tantas personas mata. Un componente de esa industria que siempre busca sumar necesidades y soluciones aunque esté demostrado que más es menos. Nunca es suficiente con lo que tenemos. Queremos más amigos, más tenis, más dinero, más poder, más influencia y más endulzantes, aunque sean artificiales, para la vida que llevamos puesta.

A partir de tus convicciones, que debes reencontrar en medio de los prejuicios de los que te han llenado las redes sociales, debes decidir quién eres, en quiénes crees y a quiénes atiendes. Solo así se crece en lo personal y en lo profesional. Atendiendo lo que mueve la aguja de modo significativo, no desconcentrándote en conquistas movidas por el ego, la vanidad y el deseo ciego de sumar aunque en el fondo signifique restar. Afianzar el concepto de la individualidad en medio de la homogeneización del éxito, que se mide, según las pláticas de café que se libran en Twitter, a partir de la acumulación de bienes, fanáticos e influencia.

Se trata de arriesgar. De comprometerte con una persona o con una audiencia. Lo tienes que hacer con la mayor especificidad posible. Es vital que lo hagas así, porque si no atribuirás a tu pareja, a tus amigos o a tu audiencia una serie de características y conceptos que no por estar arraigados en la masa por fuerza los representan. Si eso hicieras, no serías para ellos. Y tampoco, que es lo peor de todo, para el resto.

Las relaciones personales están marcadas por la influencia de terceros. Hoy creer en la lealtad y la fidelidad es una práctica en desuso gracias a que se ha normalizado el concepto de relación abierta. Si tanto se habla de ella como la alternativa lógica para los seres humanos en el entendimiento de nuestro más primitiva naturaleza animal, se hace más complejo creer en la idea del amor tradicional. Es más sencillo subirse a la tendencia. Hacerse a la idea de que la máxima del vivieron felices para siempre no fue más que una fabricación de la Iglesia y de los cuentos de Disney. Si se piensa lo contrario, o eres ingenuo o eres obsoleto. No entiendes del mundo ni de las tentaciones. Ahí están las estadísticas de divorcio como prueba. Los mensajes que son infidelidad sin sexo de por medio. Los likes que no debieron ser dados. Si a las pruebas nos remitimos, tarde o temprano vas a engañar o ser engañado. Y sin embargo, pese a que las pruebas tienen la fuerza suficiente para hundir cualquier tipo de esperanza respecto al amor visto en su forma clásica, aún hay matrimonios felices, aún hay relaciones que duran para siempre. Para encontrarlo no hace falta la opinión del mundo, solo que encuentres a la persona que crea lo mismo que tú. Y no solo eso, también que ambos logren comprender que lo que se escucha afuera no es por fuerza algo que los ataña. Son un micronicho, una minisociedad que tiene derecho a pensar y decidir lo que quiera. Y que puede vivir bajo sus principios sin que eso vaya a cambiar la percepción generalizada del mundo, pero también sin que ese mundo condicione lo que ambos creen que debe ser una relación de pareja.

Esa visión aplica también para los negocios. No te debes a todos. No por fuerza tienes que ser masivo. Incluso lo masivo, visto de forma porcentual respecto al total de seres humanos en el planeta, impacta a una mínima parte. Somos nosotros y las personas que nos rodean. Con sus características y necesidades específicas. Entre más las entiendas, más crecerás. Porque esa audiencia será la base de tu supervivencia y de tu crecimiento. Si no convences a dos personas, después a cinco, a diez, a cincuenta y a cien, nunca podrás conquistar a millones. Se trata de amar el proceso. De entender que no hay sociedad que no se gestara a partir del más elemental contacto humano. Que para construir un edificio necesitas haber colocado la primera piedra, la segunda, la tercera y así hasta lograr que esas piedras aisladas conformaran una estructura. No hay más sin antes haber pasado por menos.

Seth Godin lo explica a través del “smallest visible market”. Llama a que todos los que cuentan una historia, sea cual sea su tipo, acepten que no son para todos. Y que no ser para todos no tendría que ser una preocupación que se repita en cada junta de planeación, sino una oportunidad para poder entender con microscopio a la comunidad que hará grande el producto o la idea que se le está presentando. Solo así, sin aspiraciones condenadas a incumplirse y por ende a llenar de frustración, un proyecto puede triunfar en medio del diluvio de mensajes a los que estamos sometidos.

Hay grandes comunidades de magos. De gente que ama la comida. De bikers que se reúnen cada cierto tiempo. De mamás novatas que aprenden de otras sobre cómo cuidar a sus recién nacidos. Y detrás de ellas está también la oportunidad de hacer negocio, de contar una idea y de producir un impacto positivo. Son nichos. Y a veces nichos de los nichos. Como esas inocentes parejas que aún creen en el amor para siempre y que además lo construyen con hechos. Tu éxito no pasa por alcance. Pasa por la lealtad de las partes. Y de esa lealtad siempre llega algo. Pero para lograrlo debes aprender que, como dice Godin en su más reciente libro, no hay forma de ser visto si tú eres incapaz de ver. O para decirlo de otra forma, acepta lo que tienes enfrente. No busques lo que es de otros.

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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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