Ama lo que la gente diga de ti

Mauricio Cabrera
4 min readNov 20, 2018

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Reconoce que te importa. Que eres vulnerable a lo que dicen de ti. Que aunque quisieras que tu concentración y enfoque fueran a prueba de fuego retórico y conceptual, de algún modo prestas atención a lo que escuchas. Acepta que si bien partes de tu construcción como individuo, te alimenta saber lo que tu entorno opina de ti. La unidad vista como un todo requiere de las otras partes, aunque sea para destacar. Aunque sea para darte cuenta que estás donde otros quisieran estar. Aunque sea para comprender tu lugar en el mundo.

Dar relevancia a lo que terceros piensan de ti va contra lo que te enseñan en la gran mayoría de los libros. Algunos tan buenos como The Subtle Art of Not Giving a Fuck Contradice, incluso, lo que cualquier psicoanalista te dirá cuando llegas agobiado a terapia por los que consideras agravios, injusticias, falsedades o simplemente conceptos con rudeza innecesaria. Pero más vale asumir que ignorar cuanto ruido haya en torno a nosotros es una utopia para entonces encontrar la forma de sacar lo mejor de lo peor. La inspiración para callar al resto. La fuerza para sobresalir a partir del deseo de otros de que te hundas. La voluntad de mantenerte firme mientras otros no se cansan de soplar en búsqueda de generar huracanes que arrasen contigo.

El problema de los consejos. Tanto de esos que te dan tus amigos en un café, como los de los libros de superación personal y las de tu psicólogo, es que suelen partir de un concepto teórico del hombre. Se emiten con la certeza de un libro de texto, como si la respuesta fuera tan obvia que cualquier equívoco fuera un derroche. Pero a los humanos nos rigen tanto el intelecto como las emociones. Y cuando éstas entran en juego, cualquier libro de texto acaba siendo una imposibilidad. Que sepamos dar consejos y fracasemos al seguirlos no es ni hipocresía ni descaro, es más bien que los emitimos bajo la templanza del que no está sufriendo y los recibimos y descartamos bajo la ansiedad del que siente que el mundo se le viene encima. Si entre el emisor y el receptor hubiera empate en emociones tanto como en intelecto, los consejos serían algo más que el deber ser bajo el que siempre hemos crecido.

Escuchar a otros no debe desgastarte más de lo debido. Ahí aciertan los que te piden que no escuches ni prestes atención. No se trata de pasar el tiempo buscando lo que uno u otro ha dicho de ti. Se trata de reconocer que ir atado a un mástil como Ulises y con los oídos tapados de cera no te va salvar de encontrarte con gente que hable de ti. O con gente que te cuenta lo que la gente habla de ti. Siempre llega un momento y circunstancia en que alguien, que puede para efectos prácticos querer tanto el bien como el mal al hacerlo, te dirá lo que no quieres escuchar, lo que dices que no te interesa, lo que según tú te resulta insignificante. Tu misión de ignorar lo que el mundo piense de ti va a fracasar. Es mejor que lo asumas.

Pero el fracaso no significa que estés jodido. Más bien es la oportunidad de que reconozcas cuánto te motiva que alguien te ataque. O te envidie. O incluso que te menosprecie, porque detrás de esos mensajes en que alguien se cree superior a ti puede estar la fuerza que necesitas para ir y demostrarle que está equivocado. Tus deseos de triunfo deben ser personales. Lo que tú quieres antes que lo que los demás te digan que debes querer. La prioridad eres tú. Pero los triunfos se componen de pequeños triunfos, de valores añadidos que siempre acompañan al éxito. Haberle ganado a tus competidores. Haber dejado callado al que se burlaba de ti. Haberle hecho un túnel al que se la pasaba esquivándote en la cancha. O hasta tirarle una patada, aunque sea juego sucio, aunque enseguida te muestren la roja o la amarilla. Los otros no deben ser sustancia, pero siempre son endulzantes de tus triunfos.

A los que dicen que hago demasiados proyectos sin romperla con alguno, un día les celebraré en la cara. A los que opinan que un creativo siempre debe trabajar para el que pone el dinero, un día querrán trabajar para mí, o estar asociados conmigo (aunque eso ya ha pasado). A los que dicen que estoy loco, un día les demostraré lo que la anormalidad puede conseguir. No lo hago por ellos. Lo hago por mí. Por los objetivos que siempre he tenido. Por los sueños que he elegido para mí. Pero cuando lo consiga, como ya ha pasado con algunos objetivos intermedios que he palomeado, sí me tomaré uno o dos segundos para imaginarme su reacción, para recordar lo que un día dijeron de mí. Para reírme por esos pequeños triunfos detrás de los grandes triunfos. Me importa lo que que digan de mí. Nunca como obstáculo, siempre como motivación.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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