Del timeline a tu vida

Mauricio Cabrera
4 min readJun 16, 2020

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Ya no se sabe si fue primero el timeline o la vida. O si sólo coinciden en el camino extraviado. O si han terminado por ser la misma cosa. Ambas empezaron con una serie de conexiones que permitían crecer nuestros niveles de comunicación con otros seres humanos. Después se abrieron a más en ese afán por crecer nuestro afán de socializar. Hasta ahora que ambas están dominadas por el ruido sin filtros de lo que no queremos ver, de lo que no queremos escuchar, de lo que no sirve, pero que al final, por una u otra razón, termina interesándonos.

Piensa en los factores que influían en tu vida. Hasta antes de las redes sociales estaban tus padres, tu familia, tus amigos y tus compañeros de trabajo como agentes de relevancia. Esas eran tus comunidades. Había dos opciones. Las que la sangre elegía por ti, como si el juego de tu vida ya las trajera configuradas. Y las que tú elegías, tanto por convicción como por necesidad, porque bien sabemos que un trabajo no siempre se elige bajo la más profunda convicción. En las redes el proceso fue parecido. Empezaste con los tuyos, tanto los de sangre como los voluntarios, pero acabaste con cualquiera. Y estos últimos, los cualquiera, también se metieron a tu vida.

El acceso digital se convirtió en la ansiedad que llevamos puesta. Nuestras comunidades se quedaron sin filtro. Va más allá de los sentimientos que aún separan lo que en verdad nos importa de lo que no. La atención, ese recurso limitado en el tiempo y el espacio, ha sido desafiada a grado tal que se le pide concentrarse mientras está en un bar, repleto de gente y con la música a todo volumen. Los trinos de Twitter nos desquician. Los pajaritos que empezaron emitiendo cantos alegres hoy son una pesadilla que vuelan tanto en la pantalla del smartphone como sobre nuestra cabeza.

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El timeline no se quedó ni en Twitter ni en Facebook. Esos destinos que en un principio nos parecieron de pisa y corre destruyeron la versión terrenal de nuestro timeline. Le metieron trolls en los que seguimos pensando una vez que nos desconectamos (o más bien cuando ponemos pausa al uso de las redes, porque hace rato que nunca terminamos por estar fuera de ambas plataformas), importamos odios y frustraciones de nuestro yo digital y hasta construimos aspiraciones basados en el perfil de otros. Basados en lo que hacen, pero sobre todo en el éxito que tienen. Deseamos ser famosos antes que cualquier otra cosa.

Si la violencia de tu timeline no te hace reflexionar respecto al tiempo que pasas en redes, que lo haga la violencia que de ahí ha llegado al timeline de tu vida. Esos mensajes que se quedaron resonando en tu cabeza. Esos odios que aunque pasaste sin prestar mayor atención ocuparon parte de tu tiempo. Esas acusaciones que a todos nos convierten en delincuentes, clasistas, racistas o pendejos. Ese ruido que nunca antes habíamos tenido que soportar porque el alcance de los seres humanos estaba acotado al alcance natural de sus sentidos.

Al tiempo de consumo habría que sumarle el tiempo de influencia. Si se hiciera, se descubriría que el poder de las redes sociales va más allá de las horas que pasamos scrolleando. Al consumo activo, de por sí excesivo, se suma el consumo pasivo, que es el que en muchos de los casos nos lleva a convertir esa ficción que vemos y leemos en ideales y dinámicas que trasladamos a nuestra vida. No hace falta el smartphone en mano para que sigamos obsesionados con lo que no tenemos, con el chisme que no debería interesarnos o con la tentación de subirnos a esa dinámica tan frenética que siempre parece estar a punto de descarrilarse.

Una reflexion a conciencia, de esas que eran más factibles con un periódico por la mañana que con Twitter desde que te despiertas, te haría ver que el FOMO (Fear of Missing Out) está menos justificado que el FOBI (Fear of Being In). Las redes intoxicaron el timeline de tu vida. Le trajeron odio, ruido y distracciones. A la complejidad de tu vida le añadieron las frustraciones de no ser como miles de casos de éxito que abundan en Instagram. La ansiedad de no saberlo todo porque a cada instante te recuerdan que eres un ignorante, lo que no estaría mal si tuvieras el tiempo para atender lo que te falta sin descuidar lo que tienes. Y la desesperación por generar contenido que de cualquier modo no reunirá miles de likes en cuestión de minutos.

Cuando evalúes tu relación con las redes sociales no pienses en la nocividad de tu timeline digital. Piensa en la nocividad del timeline de tu vida a partir de lo que te han dado y quitado las redes. Quizás así te sea más fácil decidir volver a valorar lo que vale la pena e ignorar lo que no existe más que por la atención que decidiste ponerle a ese ruido que ha puesto en jaque tu capacidad de atender lo que siempre debió ser prioridad. En resumen, para vivir mejor silencia tu timeline digital.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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