El arte de engañarte

Mauricio Cabrera
8 min readFeb 28, 2019

Si se te dificulta de una forma, hazlo de otra. Hackea tus debilidades a partir de la creatividad. Es una técnica que apela a hacer lo mismo que tan ajeno te resulta pero de forma tan diferente que al principio ni siquiera te darás cuenta de lo que estás haciendo. A veces no queda más que engañarse a uno mismo para superar obstáculos, sobre todo a los que están en la mente.

Me ha pasado un par de veces. Ambas han sido más involuntarias que con análisis de por medio. Ambas con resultados muy prácticos para una de mis máximas debilidades: la necesidad de socializar. Ocurre que me estresa el contacto con la gente. No me gusta platicar más de lo estrictamente necesario con desconocidos. Padezco las pláticas random, tanto porque no sé cómo aportar en ellas como porque mi cabeza me empieza a decir que el tiempo sigue avanzando y que más me valdría ponerme a hacer algo de provecho para no tener remordimientos en la recta final de mi vida. Una contradicción, porque reconozco que el valor que le doy al tiempo varía dependiendo de si me gusta o no lo que estoy haciendo. Cuando juego FIFA no tengo remordimientos por no estar creando, pero cuando me toca ir a un evento social que no sea una boda con el alcohol suficiente para relajarme sí que me pregunto qué estoy haciendo con mi vida. Soy un reverendo descaro. O una reverenda mamada, para decirlo como me viene a la mente.

Primero me metí a clases de improvisación. Estuve cerca de diez meses. Ahí tuve que socializar escudado en una actividad que me gustó tanto cuando la vi en las gradas que me decidí a aprender más sobre ella. Lo tangible es que salí con nuevas formas para comunicarme, con algunos juegos de ingenio mental para matar el tiempo y con algunas bases de actuación que uso menos de lo que debería porque con la voz me atrevo a hacer cualquier cosa, pero con el cuerpo aún no llega ese día en que me convenza de que puedo ser lo que se me ocurra. Una hormiga, un transexual, la hiena del Rey León… joder, no me da para tanto la imaginación. Lo intangible, que a la vez me resultó lo más valioso, es que aprendí a pasar tiempo interactuando con gente muy distinta a mí. Mientras yo representaba la banalidad de lo mainstream por dedicarme a generar contenido deportivo, ellos eran actores, comediantes, influencers de la comunidad LGBT y cantantes. Ante tanta extravagancia, yo era el raro. Y así, habiendo ingresado con el objetivo de mejorar mis capacidades creativas me llevé a casa nuevas capacidades de socialización y de empatía con un grupo de personas que de no haber sido por esas circunstancias nunca hubiera estado relacionado a mí.

Tiempo después, otra vez con más espíritu creativo que con intenciones de fortalecer mis capacidades de comunicación con otros seres humanos, inicié un podcast semanal que a la fecha lleva catorce episodios. En lo tangible, me ha ayudado a posicionarme como un analista y experto de medios digitales. Me ha ayudado a crecer mi marca personal en su vinculación con la creación de contenidos. Pero es en lo intangible, como en el caso de la improvisación, donde encuentro aún más satisfacción. Apenas ahora, catorce horas de pláticas después, me doy cuenta que la utilidad más grande es la de haberme permitido estar tanto tiempo conociendo a personas, interesándome por ellas, compartiendo un escenario durante tanto tiempo que salí siendo más amigo de aquellos con los que ya tenía una relación de confianza y habiendo cuando menos entablado una relación de cercanía con aquellos con los que platiqué por primera o segunda vez. A partir de lo profesional se fortaleció lo personal. Sin duda, una buena inversión de tiempo.

Tengo la teoría de que cuando hablas por una hora con alguien ya no vas a olvidar a esa persona. Un podcast como el que hago significa embarcarte en una plática de café sin la distracción del smartphone y el entorno. En términos futboleros equivale a tiempo efectivo de juego. Y cuando dedicas tu atención, mirada y oídos a una persona que está sentada frente a ti, acabas encontrando elementos en común, problemas compartidos, inspiraciones mutuas. Gracias a ese podcast que visto a la distancia no es más que un pequeño side project me he hecho mejor persona. O cuando menos una más empática, que en mi caso no es cualquier cosa.

Cuando analices tus debilidades prográmate para encontrar cómo sí en vez de decirte cómo no. Hay muchos caminos para resolver nuestros problemas, en especial cuando la mayoría parten de muros mentales que hemos ido construyendo con el tiempo. El sistema es tan maleable que se puede hackear incluso a partir de lo irresponsable. Yo pensaba que no podía subirme a juegos mecánicos por miedo a acabar vomitando. Recuerdo que de niño me pasó, que una vez tuve que salir corriendo al baño para ir a vaciar mi estómago. Y esa imagen me persiguió por años, casi hasta mis treinta. Pero un día, después de haber tomado tanto que perdí la noción de mis propios miedos, me subí hasta tres veces a un juego mecánico que, según yo, a cualquiera haría vomitar. No vomité. Por contra, me gustó, me sentí valiente, y derroté uno de esos miedos que de cuando en cuando me hacían sentir cobarde. Nada con exceso, todo con medida, salvo cuando esa imprudencia te lleva a desbloquear un objetivo.

Encuentra el soporte que necesitas. Piensa en que cuando aprendiste a nadar tu maestro (o al menos el mío, al que creo que sigo odiando por eso), te decía que te iba a recibir en el agua solo para quitarse al momento en que tú te lanzabas. Y que tú, ya en esa situación, no tenias más que hacer lo que según tú no sabías hacer con tal de no ahogarte. Si no te gusta socializar, encuentra la manera de hacerlo sin que al principio te des cuenta. Si no te gusta cantar y tienes que hacerlo, piensa en circunstancias que te hagan sentir lo suficientemente cómodo como para que tus temores sobre cómo te escuchas pasen a tercer plano. Si tienes que hacer ejercicio y no te gusta sudar o sufrir, piensa en cómo llenarte de incentivos adicionales, como la oportunidad que te da de escuchar podcasts mientras lo realizas o simplemente de relajarte. Quizás si no lo haces por tus músculos sino por tu mente acabarás fortaleciendo ambos. Para resolver tus problemas solo necesitas ser creativo. Encontrar el sí donde siempre te has dicho que no.

Juega a cualquier hora. Juega donde sea. Juega sin obsesión por ganar. Hazlo porque sí. Porque te gusta. Y porque amas el proceso incluso más que un buen resultado. Si en verdad eres creativo, te importará más hacer que recibir aplausos. Vivir poniendo manos a la obra, nunca en la procrastinación. Tampoco a la espera de aprobación.

Se trata de ganar confianza. Y la seguridad en uno mismo se gana haciendo con libertad más que con la presión de agradar. El enfoque en el proceso legítima; el enfoque en el resultado encadena. Una idea nace siempre como una emoción. La que te alegra. La que te esperanza. La que te irrita. La que te encela. Una idea tiene vida garantizada a partir de tu propia convicción. Si te provoca un sentimiento, sea cual sea, significa que está viva. No sé sabe si para todos, pero lo más probable es que si te gusta a te mueve le guste o le mueva a unos cuantos más. O no, pero incluso si esa idea fuera tan poco popular que no tuviera más que un elemento de satisfacción personal, valdría la pena hacerlo. El que crea para sí se divierte. El que crea pensando en otros trabaja. Uno es creativo, el otro termina por ser mercenario.

Cuando amas el proceso el resultado está garantizado. Entiéndase por proceso la claridad de etapas. El comienzo, el desarrollo y el final. Pasar del punto A al B con toda la satisfacción que genera impedir que una idea nazca y muera en la misma regadera. La misión cumplida debe partir de lo individual. De ese checklist con el que podemos calmar nuestra ansiedad creativa sin que para sentir que la cumplimos dependamos de gustos y voluntades de terceros. Es el triunfo del individualismo, una de las más profundas manifestaciones de realización personal.

Austin Kleon nos manda de regreso a la infancia. Sugiere que volvamos a ser los de entonces. Que dejemos que nuestra imaginación decida y nuestras manos ejecuten. Que lo hagamos porque sí. Porque nos gusta. Porque nos motiva. Porque nos divierte. Y que lo hagamos sin pensar si lo que estamos haciendo acabará expuesto en un museo, publicado en un libro o como un juego más que una vez terminado no sobrevivirá más que como una satisfacción que será sustituida por otras cuando nuestro espíritu creativo nos vuelva a pedir que lo pongamos en marcha. A los niños, dice Austin en su libro, les tiene sin cuidado si los dibujos que hacen acaban en el periódico mural, en el archivo histórico de sus papás o en el cesto de la basura. Hacen porque quieren, lo demás es insignificante.

Concibe el arte como un juego sin posibilidad de victoria. O más bien, como un juego sin rival que vencer. No asumas tu proceso creativo como si fuera un partido de fútbol, porque entonces le pondrás cara y nombre a tu contrincante. Estarás pensando en el resultado. Ganarle a otro, ser como otro, burlarte del otro, enfrentarte al otro. Velo como un juego en el que tú creces por el simple hecho de hacer uso de lo que sabes, de lo que imaginas y de lo que ignoras para convertir una idea en realidad. Piensa otra vez en los niños. En cuántas veces te tocó ver a un compañero entreteniéndose con una bola de papel o improvisando un juego. Piensa en cuántas veces te sumaste a ese juego sin reglas. A ese entretenimiento anárquico de uno que te llevó a jugar porque te parecía una buena idea en ese momento y lugar. Piensa en cuántas veces lograste que se sumarán a jugar lo que proponías. Piensa que ya desde entonces inspirabas a otros a crear. No a partir de la obsesión por el resultado, solo por amor al proceso.

Sobre mí:

Pueden escribirme a maca@storybaker.co para cualquier comentario, petición de consultoría, invitación o simplemente enviar un saludo. O síganme en Instagram, donde publico extractos, sugerencias y recomendaciones para incentivar las ganas de crear. También los invito a suscribirse a The Muffin, newsletter especializado en la industria digital que publico cada domingo, a escuchar The Coffee, podcast en que cada semana platico con grandes creadores de contenido, y a visitar storybaker.co, un medio de medios que es la piedra angular de todos mis proyectos de storytelling.

--

--

Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.