El embudo del emprendimiento
Hazlo por ti. Por tu proyecto. Por lo que haces. Por lo que crees. Aunque en el camino haya días negros. Aunque la matemática, insensible a los apoyos morales y a las palmadas en la espalda, avance tan lento como para que las sumas pudieras hacerlas en un ábaco. Salvo que nazcas con inversión o cobijado en algún éxito del pasado, esa, la de la resistencia, será tu primera gran batalla.
Un kilo lo baja cualquiera. Dos días de disciplina no requieren mucho. Pero someterse a una dieta durante un par de semanas solo algunos pueden lograrlo. La diferencia entre dos días y dos semanas puede no sonar tan grande, pero es suficiente para que el embudo. haga lo suyo. De más a menos. A mucho menos.
Es verdad que el dinero es el que dicta la sentencia definitiva. Pero también que es la forma sencilla de evadir una responsabilidad. Si se acabó el dinero, puede significar que reconoces que fallaste en la ejecución o en la estrategia, pero también que acabes culpando a la industria por no estar lista, a las agencias por conducirse bajo un sistema corrupto o hasta a tus usuarios o clientes por no entender lo que estabas ofreciendo.
A veces la explicación es más simple. No atiende ni a terceros ni a dinámicas de negociación. Atiende a que no hiciste lo suficiente. A que quisiste resolver en horario laboral lo que requería horas extra. A que estabas enamorado del potencial del negocio más que del proyecto. A que concluiste que no tenías lo necesario cuando en realidad no pusiste lo necesario.
Evalúa tu desempeño desde la honestidad. Sin atribuir a terceros la propia responsabilidad. Emprender no es tener una idea. Emprender es relacionarse a grado tal con un proyecto como para estar listo para actuar el día que no quieres hacerlo. Como para producir en días de pereza. Como para luchar cuando tienes ganas de relajarte. Si piensas que fracasaste emprendiendo, es posible que estés equivocado. Es posible que ni siquiera lo hayas intentado de verdad.