El futuro tuvo prisa
Al futuro no le interesa procrastinar. Acelera su llegada al presente como si hacerlo después fuera demasiado tarde. Se le esperaba más en la ficción que en la realidad. Se le veía como un hecho para el 2050 o el 2070. Más para cuando ya estuviéramos muertos o en nuestros últimos años que para cuando quisiéramos salir a trabajar. Pero ha tenido prisa. Llegó sin avisar. Cuando las puertas apenas se abrían. Sin tacto ni diplomacia. Con un afán por llegar temprano inexplicable para los mexicanos que todo lo demoran.
La ficción nos gusta en las pantallas. Pero también nos atemoriza en la realidad. Por eso cuando la vemos preferimos mandarla a tiempos en que ni nos enteraremos que ha llegado ni recordaremos que un día la vimos en las películas. Los Supersónicos eran una profecía que llegaría para el siglo XXI, en ese entonces tan remoto que lo que ahí se presentaba nos parecía un juego de niños y para niños. Dado que ahí el futuro se pintaba optimista, nunca nos atemorizó que ocurriera, aunque descartábamos vivirlo. A la luz de los hechos, nos equivocamos. A los obesos sedentarios de Wall-e los veíamos como una crítica social exagerada, producto de una caricatura futurista que si se daba no nos tocaría. Y pensábamos que lo que no es de nuestro año, no es de nuestro mundo. Y también nos equivocamos. Con Ready Player One el engaño es obra de Steven Spielberg. La ficción se retrata en la película. Pero la crudeza del futuro que se hizo presente se retrata en el libro. Gente entregada a su existencia digital. Sin salir de casa porque allá afuera, en las calles, está la consecuencia de nuestros actos. El mundo en que ya no podemos vivir. Las calles que aún existiendo han dejado de ser nuestras. La tierra tan jodida que mejor respiramos a través de nuestros avatares. Muy del 2090, pensábamos. Quizás del 2075. Es apenas el 2020. Estábamos equivocados.
Los deadlines han sido siempre de difícil comprensión para los seres humanos. Si están lejos, las ignoramos. Si están cerca, improvisamos. Pero estos deadlines son mucho más graves que una entrega laboral o académica. Son deadlines que tanto atemorizaban a la humanidad que decidíamos postergarlos en nuestra mente. Si no nos gusta pensar en la muerte como individuos, menos nos gusta pensar en nuestra extinción como especie. Pero va siendo hora de contemplar el escenario. De advertir el resultado de lo que hemos hecho. De reconocer que esos momentos cinematográficos en que los gobernantes de los países más poderosos del mundo son incapaces de controlar lo que la naturaleza o fuerzas externas están provocando ya no son una exclusiva de Independence Day ni de cualquier película apocalíptica. Es la realidad. Está ocurriendo ahora . En el siglo XXI. En el 2020. El futuro se hizo presente. La ficción, la puta ama de las taquillas, se ha metido a nuestra realidad sin ganas de irse.
Quizás sea que el futuro se hartó de nuestra indiferencia. Es posible que su intención sea hacernos un llamado a tiempo con su llegada a destiempo. A los seres humanos no nos mueven las predicciones apocalípticas por considerarlas ajenas a nosotros. Que el mundo se va a quedar sin agua. Hombre, preocupa. Claro que preocupa. Pero si bien algo puedo hacer, será más bien cosa de nuestros hijos o nietos. Quién sabe si nos toque vivirlo. Que estamos acabando con la naturaleza. Joder, qué mala pata hemos tenido. Nuestros hijos y nietos la van a sufrir. Que los millennials no van a tener para vivir en su retiro por la falta de un programa de jubilaciones y por la economía informal en que se mueven. Bueno, ya veremos qué hacer cuando llegue la fecha. Hablamos en unos veinte años. Hasta que el problema futuro se hizo el de ahora. Las problemáticas del 2050 en pleno 2020. O reaccionamos o nos hundimos. Sin procrastinación.
Es momento de hacer. Formas de prepararse para el éxito hay muchas. Hoy abundan los gestores mágicos que te dicen cómo triunfar en cinco pasos, cómo hacerte millonario en diez. Somos espectadores pasivos de un mundo mejor. De uno que solo existe en la ficción del marketing oportunista y en las fantasías del que prefiere imaginar que hacer. Mientras procrastinamos, el futuro acelera su llegada. Más vale que nos pongamos un trabajar. Queda claro que esta vez un video motivacional no va a resolver nuestros problemas.