El linchamiento es publicidad
Son los efectos de la democratización de la fama. La cultura de cancelación lo mismo puede ser una pesadilla para la víctima del momento que un momento que en el fondo disfrute. Para algunos la notoriedad, sin que importe la connotación positiva o negativa de la misma, es clave en sus estrategias de crecimiento. Y es ahí donde el impulso social de ver las redes como una plataforma adecuada para condenar se convierte en la plataforma predilecta de los oportunistas que cumplen su objetivo a costa de la furia de masas.
Hay víctimas que se cocinan al calor del contexto. Cuando Enrique Olvera comparte su molestia y la de los suyos cada que un comensal pide chile y limón se mete en un problema que no quisiera tener. El escándalo no le suma. Y quizás le resta, aunque es muy probable que no ocurra así dado que quienes acuden a sus restaurantes entienden que la cocina de autor se consume como te la dan y no como tú piensas que debe ser. El trabajo de un chef es provocar un descubrimiento en el paladar de sus comensales. Una experiencia desconocida, que se disfrute y que exalte los sentidos de quien la vive. Más vale permitir que esa oportunidad la capitalice con sus recursos creativos que encasillarlo en el sabor e ingredientes de todos porque es lo que conocemos.
El linchamiento a Olvera era innecesario de uno y otro lado de la mesa. Una opinión que debía compartir en confianza la hizo pública y tuvo como respuesta una polémica inédita para un chef que hace de columnista. Los lectores, ajenos en la mayoría de los casos a la sazón de Olvera, descalificaron al chef más por el momento social que vivimos que por el contenido de sus letras. Se le calificó de elitista, de abusivo, de prepotente, de mamón. Calificativos todos que hoy se utilizan desde el discurso presidencial para cualquiera que tenga algo de éxito. Olvera fue una víctima de contexto. Un damnificado más de la retórica que al éxito (o poder) lo encasilla como privilegio opresor en vez de mirarlo como producto del esfuerzo y calidad. Si Olvera pudiera borrar su momentánea notoriedad en redes sociales, seguro lo haría. Aunque no perderá ni clientes ni seguidores de su comida, y seguro que ganó algunos en redes sociales por haber sido trending topic, el tiempo que debió invertir en asimilar el linchamiento y sus implicaciones será un derroche para él y para los que perdieron energía en criticar por su prosa a un chef que tendría que ser juzgado por sus platillos.
En este mismo contexto de linchamiento están los que quieren ser parte. Si Olvera hizo de peatón que camina por una calle donde no debía estar, Samuel Garcia encontró lo que quería transitando donde le convenía. Pasa con las redes que hacen grande lo que de otro modo hubiera pasado desapercibido. Y si bien resultó muy útil el video en que exige a Mariana Rodríguez que baje la pierna porque está “enseñando de más” para evidenciar las actitudes machistas que imperan en la sociedad mexicana, más allá de la condena que recibe obtiene una exposición muy conveniente. para un senador que en circunstancias habituales estaría construyendo su carrera sin gozar de la atención de los medios y sin ser identificado por una buena cantidad de la población a nivel nacional.
Si bien es muy posible que Samuel Garcia no planeara convertirse en trending topic por atentar contra. una las temáticas más relevantes del pulso social en la actualidad, han de analizarse sus números contra los del resto para comprender que tanto si se habla bien como mal de él está cumpliendo con su cometido. La gente lo conoce. Los medios hablan de él. En los trending topics convive con Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón. En Instagram tiene cuatrocientos ochenta mil seguidores. Más que veteranos como Dolores Padierna que en esa red pasa desapercibida con mil ochocientos treinta seguidores. Más que Manlio Fabio Beltrones que supera los treinta y tres mil. Más incluso que Manuel Velasco que habiendo sido gobernador suma doscientos catorce mil seguidores. A ese alcance, Samuel suma la oportunidad que le representa el millón de seguidores que tiene Mariana Rodríguez y la continua publicación de contenidos en que él aparece.
En Twitter, escenario central del escándalo, su fuerza es menor mas no insignificante. Tiene setenta y cuatro mil seiscientos seguidores. Más que Mariana Benítez, menos que Mariana Gómez del Campo. En resumidas cuentas, compite, está presente y logra que se hable más de él que de la mayoría de los que se encuentran en su posición. Su estrategia ha funcionado. Destaca en la agenda mediática y social. Se concluye también que es un político más de imagen que de ideas. Más para Instagram que para Twitter.
Los linchamientos, aunque no se quiera reconocer, le traen también seguidores. Unas horas después del video con Mariana Rodríguez que provocó la indignación general, diversos medios pudieron atestiguar en comentarios que un sector machista o que al menos decía serlo, aplaudía lo dicho por Samuel Garcia. Le agradecían, según ellos, la autenticidad y no limitar sus creencias en aras de la corrección política. Incluso en el escándalo, como puede verse, se gana atención y se ganan seguidores.
Twitter hace populares a personas que sufren por serlo y a otras que lo disfrutan. Enrique Olvera es de los primeros. Samuel Garcia, de los segundos. El resultado final en este tipo de casos es siempre sorpresivo. Bárbara de Regil como muestra. Cada error que comete se transforma en trending topic. Y entonces todos pensamos que estará acabada. Que en algo le afectará tener a tantas personas exponiéndola. Pero sus cifras de popularidad no paran de subir. Vale decir que la política no es lo mismo. Que importa gozar de la aprobación mayoritaria. Pero es también cierto que el referente máximo de la incorrección política duerme y gobierna desde la Casa Blanca. Que desde que las redes mandan el que gana es del que más se habla. Pasa con los contenidos, donde no importa la calidad si no ser viral. Pasa con las celebridades, donde entre más expuestos mejor. Y pasa con los políticos que generando filias y fobias ganan más que con la indiferencia. La próxima vez que participes en un trending topic más vale que pienses en el resultado final, no en el impulso inmediato. Podrías estar contribuyendo al crecimiento de lo que dices aborrecer.
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