El miedo a tener

Mauricio Cabrera
4 min readSep 13, 2018

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Triunfar es peligroso. Lo saben hasta los videojuegos. Es necesario prepararte para tener, que es la consecuencia inmediata de la victoria. A una jugada de dos pasos la atacamos como si fuera de uno. Éxito, según nos enseñan las historias que se escriben sobre las personas que lograron sobrevivir a la muerte a partir de su legado, es ganar las batallas contra todos los rivales. A veces con nombre y apellido, otras más a partir de los prejuicios, e incluso de la ignorancia. El que se levanta en un ring para enseguida lanzar el golpe de knock-out, el que se acepta como homosexual en zona de linchamiento, el que dice que la tierra es redonda aún cuando la convicción le puede causar la muerte. Esa parte, la de la adversidad, la tenemos tan clara en el futbol que se adoptó el sí se puede como grito de batalla en vez de mantenerlo como uno de los muchos mensajes de superación personal firmados por Paulo Coelho. Se entiende al triunfo como el resultado deseado en un espacio y tiempo determinado. Pero lo que sigue después del triunfo, que es lo que se hace con ese triunfo, es una historia omitida. Los cuentos de Disney cierran la historia con un “y vivieron felices para siempre”, como si lo que siguiera fuera intrascendente, o cuando menos, obvio.

La anécdota es una cualidad inherente al triunfo. El que gana mucho y aprende a tener un día cualquiera mira la victoria que en su momento fue la más valiosa como nada más que un recuerdo. El que gana poco y nunca aprende a tener mira a la victoria como uno de los muy contados momentos de realización en su vida, aunque al final no haya tenido más que el valor de una efeméride personal. El fracaso y el triunfo nacen, crecen y mueren. Su reproducción depende de la capacidad del que los produce para desechar o acumular. Y es justo ahí donde radica la diferencia entre el que convierte el triunfo en un hábito y el que aún teniendo la evidencia del progreso en sus manos acaba regresando al punto de partida.

La frase es trillada gracias al futbol. Hay que saber perder tanto como saber ganar. El que pierde culpando a los otros de la derrota nunca dejará de fracasar. El que gana pensando que ya nada queda por conseguir acabará viviendo en la melancolía. Dentro del ciclo de la vida habita un grupo de microciclos que marcan la pauta en la construcción de una persona. El legado que deja una escuela, las enseñanzas y traumas que heredamos de nuestros padres, los aprendizajes del primer trabajo, las razones de nuestra salida del segundo, el éxito de nuestro emprendimiento, la reinvención que comienza. Los capítulos de la vida vistos como procesos con un comienzo, un desarrollo y un desenlace. Con takeaways que o algo nos dejan o se convierten en víctimas de nuestro cerebro programado para el aquí y el ahora.

Hay gente que se conforma con poco porque nunca se le cruzan las oportunidades de superarse. Hay otras que se conforman con poco porque prefieren no tener lo que un día desearon por miedo a perderlo una vez que esté en sus manos. Es más fácil desear que conseguir. Por el proceso que implica, pero también porque sólo desear permite seguir siendo lo que somos, mientras que sumar incrementa compromisos y responsabilidades.

Nada carece de sacrificio. Una mascota implica recibir cariño y atención, también gastos y responsabilidades. Un hijo implica tener una familia, también demanda de tiempo, paciencia, cariño y dinero. Un buen departamento implica un mejor estilo de vida, también compromisos económicos, mayor inversión en detalles y comodidades que ante cualquier retroceso acabarás extrañando. Una pareja implica compartir, también negociar, ceder y permitir que ocasionalmente la asignación de tu tiempo sea decidida por la voluntad de otra persona. Tener, en resumen, puede ser más difícil que triunfar.

Al que nunca triunfa le provoca miedo hacerlo dado que no lo ha conseguido. Al que ha triunfado le provoca miedo no poder superar lo que ya consiguió. El que nada tiene sólo mira para arriba. El que tiene mira para arriba, pero cuidando en todo momento no ir hacia abajo. Es una doble presión. Es un equilibrista entre el punto al que desea llegar y el punto del que partió. Nunca queriendo retroceder y siempre queriendo ir hacia el frente mientras el abismo espera bajo los pies.

Triunfar y tener van de la mano. Son tan importantes el uno como el otro. Quiero triunfar para tener. Quiero tener para poder seguir triunfando. Es un circulo virtuoso al que hay que meterse. Para muchos, la simplicidad es el camino. Para mí, es también un acto de cobardía. Habrá quienes decidan por convicción que no quieren ir más allá. Pero también están los que deciden por temor que no quieren ir más allá. En mi vida he triunfado más veces de las que he tenido. Mi matemática no es exacta. Dos más dos no ha sido cuatro. Y no lo ha sido porque he despilfarrado aprendizajes y ganancias. No lo ha sido porque me ha dado miedo tener. Ahora entiendo que triunfar sin aprender a tener es como jugar sólo para volver al punto de partida, como si nada hubiera pasado.

Nota del autor:

En ese afán de triunfar y tener, sigo desarrollando Story Baker, mi marca personal que pretende compartir y generar conocimiento en torno a la industria de medios. Aquí pueden suscribirse para recibir The Muffin, el producto estrella de este side project que realizo.

Si ustedes también han triunfado más veces de las que han tenido, pueden dar clap o compartir su experiencia. Si no, felicidades. O han triunfado y han tenido o han encontrado el resguardo de la simplicidad, que bien aplicada es una gran manera de tener.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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