El plan de vuelo del insomnio

Mauricio Cabrera
4 min readJan 16, 2018

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Encuentro dos problemas fundamentales en el insomnio. No permite dormir. Pero tampoco deja vivir. Y es el segundo el que más conflicto me genera. Porque la noche sin sueño es una introspección en slow motion. Es la oscuridad que ve lo que el sol oculta entre el bullicio y las ocupaciones. El insomnio paraliza. Es como una celda de la que te liberas hasta que el primer rayo de luz aparece por la ventana. Hagas lo que hagas, el insomnio te dice que algo está mal contigo.

La noche se hizo para dormir. El convencionalismo lo aceptan hasta los perros. Los parámetros sociales de normalidad gozan de tal poder que traspasan la puerta de casa. Y el insomnio se aprovecha de eso. Dado que te quita el sueño, que es la forma convencional de lidiar con la noche, no queda más que matar el tiempo. Pero los minutos a esas horas de la madrugada duran más de sesenta segundos. Lo noto porque cuando intento darle la vuelta al insomnio con productividad, mis perros me reclaman con sus párpados a medio cerrar. Me juzgan con su mirada. Me reprochan que haga suyo mi insomnio. Que me robe sus horas de sueño. Como si no pudieran dormir durante el día.

Al menos la de las mascotas es una queja silenciosa. Hay otra más difícil de ignorar. La del cuerpo que al amanecer siguiente tendrá que adaptarse a los horarios de otros. No importa que la noche sea el escenario perfecto para concentrarse. Tampoco que ese call to action a la profundidad, aún intervenido por la fuerza de la energía eléctrica, anticipe mejores resultados que el que se hace en sociedad, ese que con frecuencia ocurre en medio de personas que pasan el día queriendo que llegue la noche. Para dormir, para cenar, para ver Netflix o para lo que sea. Pero nunca, y en eso la sociedad es irreductible, para hacer.

Sé que hay gente nocturna. Sé que hay unos cuantos que hacen más por la noche que durante el día. Pero también sé que ellos tampoco pueden estar tranquilos. Están condenados a despertar con remordimiento. Y más vale que así lo hagan, porque si no será el juicio de terceros el que entre cuchicheos hablará del irresponsable que se levanta de cama al mediodía. Cuando despiertan con el sol pegando a plomo, y sin que importe lo que sus manos y cerebros hayan hecho en la víspera, sabrán que otros ya hicieron más que ellos durante el día. Que su desayuno ya es almuerzo, que su hora de baño es el meeting request de los que están en una oficina. Que mientras ellos dormían, el mundo se movió, aunque fuera sólo para cumplir con la rutina. Los horarios de oficina son, en la mayoría de los casos, la procastinación pagada.

Yo soy más matutino que nocturno. Prefiero estudiar, leer y hacer a las seis de la mañana que hacerlo a medianoche. Pero con frecuencia me pregunto por qué tiene que ser así. A últimas fechas comparo la noche con un avión en vuelo. Ambos te atrapan con su cinturón de seguridad. Delimitan tu zona y posibilidad de acción a grado tal que eres un esclavo de las circunstancias. Nada te impide hacer, pero a la vez está implícito que no te debes mover. Los altoparlantes del avión te dicen que debes mantenerte en tu lugar para tener un vuelo seguro. La cama te dice que debes mantenerte en tu lugar para no pasarla mal el día siguiente. Tanto la noche como el avión ofrecen circunstancias propicias para crear. El avión garantiza tiempo de calidad con un libro o con un procesador de textos. Preferimos, en cambio, dormir. La noche garantiza tiempo de calidad con un libro, con un procesador de textos o con un lienzo esperando ser pintado. Preferimos, en cambio, dormir. En algo tienen razón la noche y los aviones, dormir provoca que lidiemos mejor con las turbulencias. Las del aire y las de nuestra rareza.

El insomnio es invencible. Hagas lo que hagas con él termina siempre por recordarte su poderío. Si lo desafías, al día siguiente querrás haber al menos intentado dormir por la noche. Si te aferras a dormir, despertarás sabiendo que aún así te faltaron minutos de sueño. Y si lo enfrentas a través de una pastilla, siempre te sentirás como el atleta que ganó una medalla con ayuda de anabólicos. Encuentro dos problemas fundamentales en el insomnio. No permite dormir. Pero tampoco deja vivir. Y es el segundo el que más problemas me genera. Lo digo por esta madrugada en que escribo cuando mis perros, mi conciencia y la sociedad en que vivo me dicen que no debo hacerlo. Lo digo por las horas que vienen, que de un modo u otro me recordarán que debí haber permanecido en la cama, con el cinturón de seguridad abrochado para hacer o intentar hacer lo que todos. El insomnio es tan maquiavélico que te quita el sueño y a la vez te susurra con insistencia que debes dormir.

Nota del autor:

Me doy cuenta que estoy comentando el insomnio, lo que según Facebook sería una interacción significativa. Los invito a hacer lo mismo con este texto. Destaquen lo que les guste (si es que hay algo), apláudanlo (si es que amerita) y síganme (eso sí se los recomiendo).

Si me leen seguido, ustedes saben que mi prioridad en Medium es construir mi imperio de mil seguidores. Para mí, ese imperio no está en un like a juanfutbol (aunque sí que lo agradezco), a Tragoncito (aunque sí que lo amerita), o con una suscripción a The Muffin (aunque si son parte de la industria digital deberían hacerlo) o a La Servilleta (aunque si son periodistas deportivos, se darán cuenta que hay algo más que memes). Ese imperio que quiero formar es el que se suscribiría al Nutsletter, newsletter mensual que haré con mis recomendaciones, a partir de lo que me ha funcionado y lo que no, para la vida. Ahí los espero, créanme que aunque sólo se suscriban dos, lo terminaré enviando. Porque sí, porque padezco tanto insomnio que algo he de hacer.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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