El seguidor que se hizo influencer
Aprende de ellos. La gran diferencia entre un influencer y sus seguidores es más simple de lo que piensas. Está en que ellos hacen. mientras que los demás consumen. No porque así deba ser, sino porque muchos deciden que su rol en la industria del contenido será pasivo solo por temor al juicio de terceros.
Todos tienen la opción de crear. Muy pocos deciden hacerlo. No es fácil exponerse. Ni a las críticas bien intencionadas, ni al trolleo destructivo, ni a la indiferencia, que es quizás la que más duele. Por eso el comienzo es lo más difícil. Te dices que nadie te verá. Que solo tus amigos y familia te apoyarán, pero incluso si lo hacen te acabarás diciendo que no lo hacen amparados en la objetividad. Que lo hacen solo porque te quieren. Y es posible que sea verdad. Por eso el comienzo debe ser más para uno mismo que para los demás. Sin fuegos artificiales ni aplausos unánimes. Eso vendrá hasta que lo que hoy parece novedad para ti empiece a convertirse en hábito.
El comienzo es la primera piedra de algo mucho mayor. Su rol en la historia será medular. El día en que todo comenzó. Pero claro, si te quedas ahí, nunca será suficiente. Lo que hace importante recordar el inicio son los resultados que consigues. Su trascendencia es en retrospectiva. Este que ahora tiene millones de seguidores un día empezó como cualquiera. Este que hoy se hizo viral antes tenia videos que no veían ni cincuenta personas. El inicio es el argumento que te conecta con todos. El que será un recordatorio de que un día tú también empezaste algo sin saber en qué terminaría.
Más allá de las condiciones favorables o desfavorables en que has crecido para encontrar tu lugar en la sociedad, es la práctica la que te convertirá en un especialista. Esas prácticas las tienes que hacer hoy pero también las hubieras tenido que hacer antes. Solo cambia el escenario. Que antes ensayabas en clase o frente a tu espejo. Y que ahora los ensayos son de puertas abiertas. Con gente pudiendo aplaudirte desde el primer día. Con las redes ayudándote a traer espectadores y con la inexperiencia convertida en bandera más que en una barrera que marca la distancia entre el escenario que buscas y tus condiciones para lograrlo.
Si cualquiera puede hacer contenido, cualquiera puede crear su propia marca. Piensa que los influencers a los que sigues un día empezaron como tú. Que muchas veces nunca terminaron de especializarse. Que su principal fortaleza estuvo en comprender que el potencial juicio de terceros no debía ser limitante. Y que si lo hubiera, seguro que los seguidores acumulados a través del tiempo harían lo suficiente por ellos como para que las críticas no sean más que una forma adicional de reconocer que el contenido que genera ha empezado a trascender. Después de todo, los fanáticos llegan antes que los trolls. Si muchos te quieren. Algunos te odiarán. Y si eso ocurre, tu contenido estará haciendo lo suyo. Que te odien y que te quieran, que te juzguen y que te adoren no será más que la señal inequívoca de que empiezas a tener una historia que contar. De que esa primera piedra que un día pusiste merece ser recordada. De que ya eres un creador de contenidos. Uno como siempre pudiste serlo.