El síndrome Mbappé
Otra vez a reírme de la desgracia. A consumir memes como consuelo. El futbol se ha convertido en un espejo que no me gusta mirar. Mbappé es Campeón del Mundo a los 19. Y yo que me sentía mucho por haber empezado a trabajar en los medios de comunicación a los 18. Aún sonrío cuando me preguntan por mi experiencia. Para muchos soy viejo siendo joven. Llevo dieciséis años en una industria de la que hoy todos quieren formar parte. Me siento bien al contarlo. Incluso un tanto orgulloso. Pero después llega Kylian a ubicarme. A decirme que lo mío es una broma si se compara con lo suyo. Que él levanta trofeos como golosinas virtuales en Waze mientras sigue la ruta que lo llevará a superar a Cristiano. Entonces me acuerdo de Cristiano. Él tiene 33, un año menos que yo. Por fin comparo peras con peras. Él tiene un físico de portento. Yo los típicos brazos del sedentarismo. Él tiene más seguidores que el Real Madrid en todos sus perfiles sociales. A mí me faltan más de ciento trece mil followers en Twitter para alcanzar a los Lobos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Él tiene una colección de 7.5 millones de dólares en coches, sin contar el valor agregado que significa que él los maneje. Yo aún no termino de pagar mi coche de trescientos mil pesos, sin contar la devaluación que le significa el que yo lo maneje. Pero después me compadezco de Cristiano. Ahí viene Mbappé. Seguro que la pasa mal.
La vida de los famosos debió seguir siendo un misterio. Era mejor cuando los paparazzi eran un desliz informativo más que una estrategia prefabricada para llamar la atención. Antes las diferencias dolían menos. Se sabía que un futbolista ganaba millones, pero sus noches de locura eran parte de los chismógrafos de los medios. Había textos que hablaban de ellas, pero no fotos que dieran fe y legalidad a la orgía legendaria que se montaron. Sus excesos se comentaban en las pláticas de cantina, pero no se evidenciaban con videos de los que ellos mismos fueran productores y directores. Sabemos demasiado de los futbolistas. Tanto que la idolatría se ha convertido en rencor social. Desde que el estilo de vida de los jugadores dejó de ocurrir en la mente de los aficionados, a ellos se les juzga como personas, no como profesionales. En parte por lo que son; en parte por lo que no son. Y también, en parte, por lo que nosotros quisiéramos haber sido.
El aficionado vive enojado de origen. Apoya a los que pudieron vivir de lo que a él le hubiera gustado. Después está el complejo generacional. El que a sus treinta siente impotencia por lo que deja de hacer el de veinte. El que a los cincuenta no soporta en lo que el futbol se convirtió. El que a sus veinte no entiende porque él está terminando la universidad mientras otros son los reyes del mundo. Y hasta el que a sus quince pronostica que su suerte no será la de Mbappé.
A los presidentes los odiamos por corruptos, pero de su estilo de vida no vemos más que las Casas Blancas que les descubren. Son poderosos, pero no adorados. Y entonces su vida no se hace tan deseable. A las celebridades las seguimos en redes sociales. Vemos sus excesos y nos preguntamos qué se sentirá ser como ellos. Pero nuestro contacto con ellos es más esporádico. No los evaluamos cada semana. No los odiamos si su nueva película es un fracaso. No les mentamos la madre al unísono en la sala de cine. Lo más rabioso que podemos hacer es dormirnos o salirnos antes de que acabe la película. Y ellos ni por enterados se darán. Pero a los futbolistas nos los llevamos a la cama. Soñamos con que ellos nos darán la victoria que no hemos podido conseguir en la vida. Pensamos que ellos, ya que pudieron defender los colores que nosotros sólo podemos ceñirnos como aficionados, deben gritarle al mundo lo que podemos hacer. No sólo ellos, también nosotros. Y si lo consiguen, pronto acabaremos enojados porque se han creído los mejores del mundo. Y si no lo consiguen, nos enojaremos porque han tenido todo el apoyo necesario para conseguirlo. No tienen pretextos. Les pagan bien, hacen lo que quieren, son celebridades, las mujeres los persiguen, las cuentas les salen gratis por ser quienes son. Son todo lo que nosotros hubiéramos querido ser y ni así lo consiguen. Son una puta vergüenza. Si nosotros tuviéramos lo que ellos…
Para que el futbol vuelva a ser un juego se necesita que la cancha vuelva a ser lo importante. Ya suficiente tiene el aficionado con la frustración de pagar por ver a los que viven de lo que él no pudo hacer como para que encima los soporte posando con novias esculturales en las playas de Marbella, o tomándose fotos en yates, o jugando al de-tin- -marín-de-do-pin-güe para decidir con qué coche salir a recorrer las calles de Turín. Ya suficiente tiene el aficionado sabiendo que un puberto de 19 es Campeón del Mundo mientras él aplaude sus logros encerrado en una oficina que apesta a la comida godín que después de horas ha sido liberada de los tuppers. Ya suficiente tenía el aficionado imaginando la vida de los futbolistas como para que ahora el golpe de realidad esté a un scroll de distancia.
Por ahora envidio a Mbappé. Y también a Cristiano. Si algo me consuela, es que así como el éxito del futbolista me estalla en la cara, ahora no pasa mucho tiempo para que el mejor futbolista del mundo sepa quién es su sucesor. Si antes un nombre empezaba a circular como un rumor soltado por un juglar, ahora los videos de YouTube se encargan de lanzar la advertencia. Ten cuidado, Cristiano. Tú tienes 33, Mbappé 19. Y él va por ti.
Del autor:
Hace tiempo que no escribía en Medium. Me gusta volver a hacerlo, aunque esta vez será mejor no comprometerme. Escribiré cada que tenga tiempo o que me llegue algo de inspiración (sí, ya sé que lo de la inspiración es un mito, pero igual es una salida fácil para seguirme sintiendo artista). A lo que sí me comprometo es a escribir una vez por semana en “El del 5”, experimento que hice durante cada uno de los días en que hubo partidos de Rusia 2018 y que ahora tendrá una existencia semanal para comentar mis impresiones sobre lo que ocurra en el deporte. Aquí pueden ver mi entrega más reciente. Y aquí pueden suscribirse. ¡Los espero!