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El trademark de Solari
De atrás para adelante. De escuela básica, elemental. Para ver al América qué querían, los aficionados han tenido que aguantar partidos somníferos, dormilones, más propicios para resolver el insomnio que para enamorarse de un proyecto futbolístico. Pero el tedio del propedéutico, a partir de lo visto frente al Pachuca, ha valido la pena. El América ha encontrado su mejor versión sin pagar más costo que el de los cuestionamientos a la forma de los primeros partidos, pero nunca al fondo, donde la derrota más dolorosa ha tenido que ser reglamentaria.
Al mexicano le gusta hacer sin instructivo. Armar equipos y proyectos a partir del impulso y el instinto. Por eso ha costado tanto entender el letargo de los primeros juegos, aunque ganara. En época de elecciones, se extrañaba en la cancha que Solari no incurriera en promesas y fórmulas explosivas para que de él se dijera que había venido a crear el América más poderoso de los últimos tiempos. No fue un populista ni en su narrativa ni en su propuesta. No fue tampoco un pugilista de barrio que se encendiera con las indirectas de Miguel Herrera. Trabajó a su modo. Más en el laboratorio que frente a los medios. Más para la ciencia que para la pupila. Y así ha encontrado la mejor versión de su equipo en su etapa, y también en el ocaso de los tiempos del Piojo como técnico del América.