El valor de la resiliencia productiva
Uso el agua fría como recordatorio. Como el intento de retorno a lo que una vez fui. Antes, no sé si por la edad, por el arrojo o por las puras ganas de vivir, era costumbre mía terminar el baño con varios segundos bajo el agua fría. Hacerlo me despertaba. Me quitaba la pereza de afrontar un nuevo día. Me hacía más productivo. Me decía que la cama sólo era un pisa y corre para seguir adelante. No un destino en el que debiera malgastar mis horas y mi vida. Pero ahora la cama me gusta más que el agua fría. Ahora me es más fácil taparme de los problemas que sentir el frío como advertencia de lo que he de salir a enfrentar. Ahora me escondo. Me niego la oportunidad de ser quien yo quiero por el temor a no poder lograrlo.
Entre los planes y la realización de los mismos están los problemas. Para todo plan perfecto hay un imprevisto imperfecto. No importa si planeas despertarte a las seis para escribir por tres horas. Tampoco si la que será tu ropa del día siguiente duerme desde la noche anterior en un espacio privilegiado con tal de ahorrar tiempo. Para cada precaución hay un problema potencial. Para cada sistema hay un bug por nacer que no pondrá a prueba tu capacidad de planear, sino tu capacidad para ser resiliente sin que ese instinto de supervivencia te lleve a postergar para siempre tus objetivos de realización personal. Es el ideal de la defensa sin capacidad de demora. El resguardo productivo. Protegerse para seguir adelante, no para atrincherarse.
La resiliencia puede ser vista bajo dos caras. La de la supervivencia, que es la de la mayoría. Y la de la productividad, tan atípica que alcanza niveles de épica. La primera surge del instinto natural de resguardarse el tiempo suficiente. Son los actos y decisiones que tomamos para seguir adelante aunque ello implique alejarnos de nuestra realización personal. Es el que tuvo que dejar sus estudios para proteger a su familia. Es el que aceptó un trabajo sólo para tener que comer. Es la que renunció a todo con tal de cuidar a un hijo que no planeaba tener. Es un acto reflejo de la voluntad de sobrevivir. La segunda es la de la búsqueda del resultado deseado en medio de los golpes. Es la que ocurre cuando en medio de circunstancias adversas encuentras el camino para seguir adelante. Es el golpe que Juan Manuel Márquez había entrenado una y otra vez hasta poder asestárselo a Manny Pacquiao cuando parecía que éste se encontraba a un paso de mandarlo a la lona. Es el surfer que ataca las olas no para protegerse, sino para inmortalizarse como uno de los más grandes en lo que hace. Los problemas vistos como oportunidad.
No es que la planeación esté sobrevalorada. Sin ella no habría ni metas ni tiempos claros que cumplir. Es más bien que debe ser vista como un lienzo al aire libre, expuesta a circunstancias que van más allá de nuestra voluntad. Sirve como un instructivo que incluye el paso a paso a seguir mientras no haya imprevistos. Cuando estos aparecen, su valor se transforma en una imagen mental que debe derivar en la convicción. En saber que aunque la tormenta nos impida ver el horizonte, nuestro destino está ahí, en ese objetivo que nos hemos fijado y que no se alterara por más que ahora debamos ir por la vía libre en vez de la de cuota. Juan Manuel Márquez no pretendía recibir tantos golpes de Manny Pacquiao. Hubiera preferido ganar sin dolor. Pero ganó de cualquier forma. Sin tantos golpes lanzados, pero con uno que lo llevó justo al resultado que perseguía.
No me estoy despertando a las seis para escribir. Mi archivo de artículos por publicar es tan inexistente que lo que hoy escribo es lo que hoy verán. Mi side project no va tan rápido como quisiera. No por él, que espera a ser atendido. Por mí que vuelvo a pensar que es cuestión de inspiración más que de trabajo. He perdido claridad a últimas fechas. Recibo golpes que alteran mi plan de vuelo. Sé que en algún lugar está esa imagen mental que viene de la planificación. Por eso uso el agua fría como recordatorio. No duro ni un minuto bajo la regadera. No sé si he perdido las ganas, el arrojo o las puras ganas de vivir. Pero es mejor unos segundos que nada. También por eso escribo como recordatorio del compromiso de publicar martes y jueves. Si las letras o el agua fría sirven para que mi resiliencia sea la del surfer que ataca las olas viéndolas como una oportunidad, algo de épica tendré en mi vida.