Facebook también tiene crisis existenciales
Facebook es como nosotros. Vive con la ansiedad del que quiere más. Y lo hace muy a su modo. Aunque sea copiando a Snapchat, aunque sea degradando a quienes le depositaron millones de dólares para incrementar su alcance, aunque sea cambiando su algoritmo sin preocuparse por los negocios en riesgo o la confusión de los usuarios. Sí, es más poderoso que nosotros. Pero ni así deja de parecerse. Facebook, como nosotros, padece crisis existenciales.
La tierra se mueve. Lo entendió Galileo. Y ahora nosotros a partir de esa incertidumbre constante de sentir que el suelo que pisamos mañana no será el mismo. Antes la comodidad era geográfica. Si eras dueño de la tienda de una colonia, podías pasarte la vida atendiéndola. Nunca sería un negocio redondo. Para algunos, incluso, representaría la garantía de una vida segura pero mediocre. Era un mundo de ambiciones menores. Era un mundo de garantías mayores. Los muros tenían sus ventajas. El grande de aquí no se metía con el de allá. Las ideas millonarias tardaban en trascender lo suficiente como para posicionarse. El futbolista competía contra los de la liga de su país por ser ídolo. Conforme las barreras se fueron derrumbando, se extinguieron las limitantes, pero también se detonaron las ansiedades.
Habla Mark Zucerberg de volver al comienzo. De conectar a las personas con sus amigos y familia. Él lo hace por negocio y para buscar deslindarse de la difusión de información falsa y tendenciosa; nosotros deberíamos hacerlo por convicción. En marketing se sabe que más es menos. Un exceso de oferta provoca inseguridad en el consumidor. La cantidad de opciones es directamente proporcional a la incertidumbre del momento a la hora de elegir. Lo hemos sentido cuando un estacionamiento está vacío. Es difícil elegir un espacio cuando no está bien acotado. Como personas, en un mundo sin fronteras y con posibilidades de ser lo lo que queramos cada día de nuestras vidas, hemos perdido la calma del que sabe dónde está su lugar. Tanto podemos movernos que nuestras expectativas nunca se detienen. Corren inconformes. Corren gritando por un cambio. Corren pidiendo ser todo. Corren desquiciadas porque en el fondo comprenden que nunca será suficiente.
Volver al comienzo es una buena idea, aunque sea un cambio drástico al algoritmo. Facebook no lo puede hacer sin esperar una reacción adversa de todos los que lo convirtieron en el gran receptor de la inversión publicitaria en digital. Nosotros no lo podemos hacer sin contemplar que ese retorno exigirá la humildad que no tienen las expectativas. Regresar al origen implicaría dejar de anteponer la viralidad, que no es casual que remita a los virus, para privilegiar objetivos personales emancipados del pulgar arriba de terceros. Facebook no podrá liberarse de los medios. Tendrá que negociar con ellos, acotarlos y mantenerlos en la ecuación. Nosotros no podremos liberarnos del mundo sin fronteras. Tendremos que encontrar la manera de colocar nuestras propias coordenadas para delimitar el espacio. Tendremos que aprender a capitalizar sus posibilidades y a desechar sus ansiedades. Para Facebook se trata de encontrar un rincón tranquilo que lo exima de responsabilidades políticas y sociales a consecuencia del contenido malicioso. Para nosotros, de encontrar ese rincón tranquilo que nos permita ser lo que queremos sin prestar tanta atención a lo que no hemos podido tener y alcanzar. Se necesitan, y ahí Facebook vuelve a acertar, interacciones significativas para los usuarios y para la vida.
La de Facebook es una operación de limpieza. Si quiere facilitarse la existencia, debe impedir que cualquiera sea capaz de mandar mensajes políticos y engañosos a través de un medio de comunicación que no existe más que en su plataforma. La mejor manera de hacerlo es encerrando a los medios, dejando, para efectos de monetización más que de buena voluntad, que de vez en cuando algunos de los contenidos creados por ellos se vayan a convivir al jardín con los usuarios e invitando a que los usuarios acudan directo al centro penitenciario si es que algo quieren saber de los medios. La de las personas es una operación por la libertad. Volver a estar con los suyos. Con los que realmente lo son, no con los que las redes sociales marcan que lo son. Regresar con nuestras comunidades. Esas que en verdad nos aportan, no las que así como un día te dan like al día siguiente se lo dan a cualquiera. Personas, grupos y tiempo significativo. Que la creación y el consumo digital dejen de ser el first screen de la procastinación.
Mark Zuckerberg me motivó. Esta vez no por la innovación de Facebook. Hace rato que extravió ese camino para transformarse en un gigante que espera a que otros hagan para entonces replicar. Lo hizo a través de ese mensaje armado para deshacerse de la industria a la que ha manipulado en el nombre de los usuarios. Tanto me gustó su propuesta de volver al origen que estoy otra vez en Medium. Tanto me gustó su concepto de interacciones significativas que lo mismo quiero establecer con ustedes, los que me leen, porque sólo así valdrá la pena seguir escribiendo en una plataforma que huele a fracaso, pero que gracias a eso se mantiene como ese rincón tranquilo que yo necesito para encontrar a mis primeros mil seguidores y para competir conmigo mismo, sin los niños rata y los mercenarios de páginas en Facebook, sin los abusos del algoritmo y sin las crisis existenciales de Facebook.
Estoy tan acostumbrado al poder de Facebook que jugaré bajo sus reglas. Si Facebook dice que una interacción significativa consiste en contenido que detone conversación entre usuarios, mi modo de medir si el tiempo que invierto aquí vale la pena consistirá en el número de respuestas que reciba. El clap vale como el like, pero según FB nada es igual a los comentarios o a los shares editorializados, esos que además de compartir un post o link incluyen una aportación del usuario. Bajo esa lógica, y dado que reconozco un fanatismo por la viralidad, herencia de mi mayúscula exposición al mundo de los influencers, espero sus claps, pero sobre todo sus comentarios en los textos, sus registros en el newsletter que genero y en los que vendrán, sus recomendaciones para que me sigan y sus elogios. Estos últimos pueden omitirlos pero pensemos que para mí las letras son como las fotos para las mujeres que posan con coquetería para una foto en Instagram esperando que sus amigos que no lo son les den like para subir su autoestima. Sé que estoy siendo manipulador. No les tendría que pedir que hicieran eso. Pero si Mark lo hace, yo también puedo. Y todo por culpa de las crisis existenciales.
Nota del autor (para no llamarle anuncio)
¿Cómo pueden tener una interacción significativa conmigo según Mark Zuckerberg?
1.- Si su relación conmigo empieza y acaba en este texto, pueden darme clap, comentarlo, resaltar alguna frase que les haya interesado o hasta mandarme un correo a maca@storybaker.co
2.- Si quieren leerme más seguido y no tuvieron suficiente con los problemas existenciales de Facebook, entonces pueden seguirme en Medium, en Twitter o mandarme una invitación al mismo correo que escribí en el punto 1.
3.- Si quieren que imparta algún seminario, conferencia o taller, también pueden mandarme un correo a la dirección del punto 1. (Ahora entiendo lo tedioso que era el vuelva a la página 70… de los periódicos)
4.- Si son parte de la industria de los medios de comunicación o de la industria digital, suscribiéndose a The Muffin, newsletter que envío todos los domingos con historias y análisis de los principales cambios y anuncios en el mundo del marketing y los publishers. Sí, como que Facebook ha terminado una relación con nosotros.
5.- Si me han leído y prefieren mis textos de ficción o de la vida diaria, deberán seguirme en Médium y esperar. Aún no tengo claro cómo escalaré esta faceta.
6.- Y si me quieren seguir exponiendo al mundo de los pulgares arriba, entonces denle like a juanfutbol y a Tragoncito. Para bien o para mal, hay vida más allá de este rincón tranquilo que es Medium.