Influencers Inc., el algoritmo social de México

Otra vez el poder en unos cuantos. Como la desigualdad que se transforma en oportunidad política. O como la realidad que se vive en las calles. Ya no son corporaciones. Ya no sólo eso. Ahora son personas con nombre y apellido. O con nickname artístico. Ellos controlan lo que ves. Ellos deciden qué es importante. Como Televisa hace tiempo. O como Facebook con su algoritmo. Eligen qué vale y qué no. Son los filtros que más que validar calidad atienden conveniencias. A veces personales, a veces de terceros. Ellos tienen el poder. Tú se los diste. Y ahora se aprovechan de eso.
Se le puede llamar distribución. Es el término más elegante para distinguir a grandes de pequeños y a poderosos de insignificantes. Pero en el fondo es más bien un control, una aduana en la que solo pasa el que cumple con ciertos criterios. La aprobación o pasa por la amistad, o pasa por el interés comercial, o pasa por la lambisconería o pasa, en el menor de los casos, por la convicción. Tienes que gustarles para existir. O tomar la vía libre esperando que tu talento, tu voluntad y tu presupuesto soporten no haber tenido el contacto correcto para que tu idea fuera promovida como la nueva maravilla del México moderno.
Las personas cada vez nos parecemos más a las corporaciones. Siempre hemos tenido presupuestos y redes de contactos, pero ahora más que nunca nos visualizamos como una marca que debe generar dinero, admiradores y, ante todo, poder. Y aunque todos somos una marca, no todos valemos igual. No todos influimos a gran escala. No todos tenemos la atención de otros. Es la diferencia entre el influencer y el don nadie. Mientras que el influencer parte siempre del apoyo de su comunidad, el don nadie es un presunto inepto hasta que se demuestre lo contrario. Para el don nadie se presentan dos caminos. O esforzarse como nadie para un día ser un influencer, bajo el riesgo de que a un influencer ya consolidado se le ocurra hurtar la idea y presentarla como suya antes de que la original se convierta en mainstream, o buscar la aprobación del influencer a través de la amistad natural o a conveniencia, de la inversión millonaria o de los elogios sistemáticos para que algún día ese influencer y su respectiva comunidad otorguen la bendición al proyecto del don nadie.
Son más importantes los contactos que las ideas. Trascienden más los grifos que el contenido. De un youtuber exitoso suelen derivar cuatro que sólo llegan a hacerse famosos por haber sido amigos del primero. Un video, un podcast, un texto, una marca. Ellos catapultan lo que sea. Son más poderosos que las corporaciones. Ellas no hablan en primera persona. Ellas no tienen amigos ni convicciones personales que puedan mover el corazón de sus consumidores. Pero los influencers sí. Son personas como tú y como yo. Pero también empresas que facturan y atienden como corporaciones. Son lo mejor de los dos mundos. Y por eso tienen el control. De sí mismos, pero también de ti como creador de contenidos y como consumidor de ellos.
Ya no pienses en Televisa para hacerte famoso. No te maravilles con sus estudios, ni con ese derroche de recursos que siempre manifiesta a través de su mosaico de enviados especiales a la cancha, la tribuna, el palco, el puesto de tacos y hasta al baño del estadio. Piensa más bien en cómo hacerte amigo de un influencer. O de varios. Si puedes ser novio o novia de uno, todavía mejor. Ahí tendrías la distribución que necesitas. Y cuando ya tienes la llave, casi cualquier cosa se puede posicionar. Sobre todo porque el influencer la presentará como una gran novedad, como una idea que merece que la sigas a detalle. Y sus fans le creerán. Sin dudar, sin pensar. Sólo porque sí. Porque el influencer se los dice.
Son tiempos complicados para las ideas. Si antes las barreras geográficas permitían que un tipo empezara a hacer un negocio sin que hubiera un mundo de posibilidades de ser imitado antes de que su iniciativa se posicionara, ahora cualquier idea es replicable y escalable. Tú la haces, tú la propones, tú la trabajas, un influencer o un amigo del influencer la ve, la hurta, la presenta como suya, y tiene un gran negocio, o al menos una gran inyección de ego. Tú, en cambio, sigues siendo un don nadie. Así es cuando el poder se concentra en unos cuantos.