La generación Zara
Que más es menos nunca antes había sido tan cierto. Lo vivimos en línea y lo vivimos en la realidad. Las oportunidades sin límites no representaron más que el fortalecimiento de los tentáculos capitalistas que a partir de la inteligencia de datos encasillaron al hombre en pequeños grandes grupos de consumidores. Somos una cifra. Seres predecibles cuya originalidad se queda en la gastada premisa que nos coloca como únicos e irrepetibles. Somos como muchos otros. Y si somos como muchos otros, entonces representamos un negocio. Y ahí donde está el negocio se incuba la sistematización, la automatización y la homologación. Es el ciclo de la producción y la adquisición en masa. O dicho en otras palabras, el socialismo capitalista, ese en el que todos desean y adquieren, cuando tienen el dinero para hacerlo, exactamente lo mismo que el resto.
Atestigua la Quinta Avenida de Nueva York. Pero también cualquier centro comercial de la Ciudad de México. O de Barcelona, o de Madrid. Del atractivo de viajar queda la experiencia. Y nada más. Porque comprar allá es como comprar acá. Y porque los estilos de acá son también los de allá. La homogeneización del hombre alcanzó a sus hábitos de consumo. Si los trending topics están plagados de mensajes espejo emitidos por personas distintas, las experiencias de compra bien pudieran ser los antecedentes directos de lo que pasará cuando la realidad virtual no distinga más entre estar en un lugar de forma física y a través de la tecnología. Tiendas iguales que ofrecen productos iguales para personas que, a la luz de los hechos, son también iguales. La autenticidad se ha ido a la mierda. Incluso si asumimos que es posible encontrar a un grupo de seres con gustos auténticos, aparecerá una tienda que transformará a esos auténticos en manada. Por ende, pese a los reparos de su personalidad, acabarán siendo parte de la generación Zara o la generación de los basics, descritos así no por la humildad con que se conducen ni por el tipo de ropa que usan, sino porque entenderlos resulta de una sencillez insultante para la inteligencia humana. Un juego de niños para la inteligencia artificial que ya se regodea ante ese inminente futuro en que nos degradará en la pirámide alimenticia.
Empecé el ejercicio de broma. Sin intención de mantenerla viva más que por unos segundos. Pero después me dí cuenta de que seguía aplicando. Primero entré al Zara de siempre. El de la ropa que todos compran. El de la ropa que todos se ponen. Y ahí empecé a enlistar los Zaras de distintas categorías. Después al Pottery Barn, el Zara del hogar junto con Bed Bath & Beyond, ah y con el propio Zara Home, porque a huevo tenía que meterse hasta la cocina. Enseguida vi un Starbucks, el Zara de los cafés. Unos pasos más adelante estaba Massimo Dutti, el Zara algo refinado de los hombres. Y enseguida Pop Atelier. Carajo, hasta el arte pop tiene su propia versión de Zara. Los mismos gadgets, los mismos funkos, los mismos Xicos y los mismos productos coleccionables de los superhéroes. Sin novedad, sin sorpresa. El humano que todo lo tiene cerca de casa, el que tiene siempre lo mismo aunque viaje por el mundo. El que tiene un puto Zara para todo.
Ha sido frustrante. Hoy coroné tres días de buscar sin encontrar. Fui a distintas plazas. Pero en todas encontré lo mismo. Y extrañé lo mismo, sobre todo. También he ido a distintos centros comerciales dentro y fuera de México. Y encontré y extrañé lo mismo. La vida era mejor con imprevistos. Con ese viaje que te llevaba a descubrir ropa que nunca antes habías visto. Con esa aventura que representaba descubrimiento aunque fueras a una gran ciudad, porque esa gran ciudad, aún en su condición de cosmopolita, conservaba aromas y sabores que la hacían única. Con esos descuentos que te hacían gastar con alegría por pensar que estabas ante el negocio de tu vida. Y a veces lo era. Pero esa alegría tan simple nos la robó Zara y nos la robamos nosotros mismos. Es el costo de ser como todos, el de habernos creído que más era más. Si cabemos en un mismo algoritmo, si cabemos en una misma tienda, entonces no tenemos nada de únicos e irrepetibles. Somos la generación Zara, la del socialismo capitalista. La que un día será reemplazada por la inteligencia artificial.
Nota del autor:
El único Zara que debería existir es el de los textos, pero resulta que Medium ni siquiera en eso ha podido convertirse. Epic fail de Ev Williams.
Contador: 57 de 57. Gracias por llegar hasta aquí. Si los han leído todos, seguro que algunos se parecen entre sí. Perdón, es inevitable que yo también caiga en la repetición. Como Zara, como Massimo Dutti, como Starbucks, y como todo el puto mundo en que nos tocó vivir.