La inservible revolución de los 280 caracteres
Diría cualquiera que no aguantamos más. Que estamos al borde de la revolución. Que es cuestión de horas para que la violencia estalle en las calles. Que tanto enojo provocó la ambición de Ricardo Salinas que las tiendas Elektra están por ser saqueadas. Y después la normalidad. La anécdota. La renovación de trending topics que linchan, insultan, denigran, exigen y a la vez no logran ni hacen nada. La de Twitter es una revolución estéril. Una revolución que no es.
Se entiende si se decide no hacer nada. Si la furia de las letras carece del ímpetu suficiente para que esa molestia se traslade a otras dimensiones. Lo que no se comprende es que de verdad pensemos que desde Twitter se conseguirá algo. Que pasemos tanto tiempo ahí, leyendo las rabias propias y las ajenas como si el cambio fuera inminente. Que platiquemos unos con otros asegurando que después de lo visto, o de lo leído, el gobierno está acabado. O que sus detractores están acabados. Twitter es la encuestadora más popular del país. También la más ineficaz de todas.
La confirmación se produce en doscientos ochenta caracteres. Desde Twitter se documenta la inacción de la clase media mexicana. Demasiado débil para provocar cambios en el gobierno y demasiado acomodada para pensar y luchar por las necesidades básicas del país. Sus métodos de expresión no son ni las juntas de alto nivel ni las manifestaciones en la calle. Son tuits que se apapachan con likes y se apagan con bots. El ciudadano molesto que limita sus objetivos a ser un active user de Twitter.
Si es por desahogo, incurrimos en la torpeza. Si es por convicción, vivimos en la utopía. Digo que es una torpeza porque el desahogo no tendría que venir acompañado de fuego enemigo. En Twitter decimos lo que pensamos pero también nos desgastamos leyendo las descalificaciones de los que no opinan como nosotros. A veces, muy pocas, con argumentos. Otras, muchas otras, con insultos porque sí. Porque el que no piensa como ellos dice pura pendejada. De paz mental, en resumen, poca. Muy poca. Utopía porque las carreras de miles estarían acabadas si de verdad twittear fuera un agente efectivo de cambio. Si hablar o escribir en digital bastara, hace tiempo que seríamos un país muy distinto al que hemos sido, somos y seguiremos siendo.
Las satisfacciones momentáneas tienen fecha de caducidad. El linchamiento digital es un desahogo artificial. Más útil para el político que recibe ataques que no le mueven ni un pelo que para el ciudadano que vive pensando que con trending topics se dinamitan puntos electorales. No hay absolutos. No hay correctos o incorrectos. Pero vale la pena que decidas si la revolución que México necesita es una tan perecedera como los trending topics que sustituyeron al noticiero de la noche.
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