La multitud anónima

Mauricio Cabrera
4 min readAug 22, 2019

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Nunca he sido fanático de los grandes grupos. Soy más de estar con quien decido estar. Para cada cual su tiempo y espacio. No más de dos o tres personas a la vez. Porque si son más, aunque la química de grupo funcione, el colectivo diluye a los individuos. Se pierde el sentido de pertenencia para entonces vivir con trozos inconexos de experiencias con algunos de ellos, que no con todos más que cuando se posa para la foto.

No cabe duda que a la tecnología la hemos empleado mal. Se supone que debía acercarnos a los que más queríamos. Que tanto desarrollo nos ayudaría a estar con nosotros mismos y a poder hacer cuanto fuera y desde donde quisiéramos. Pero la hemos usado en cambio para alejarnos de lo elemental y estrechar nuestros lazos con lo innecesario.

Vivimos en un deseo de multitud. Hemos llevado el sindicalismo y los deseos de replicar el instinto de manada al ordenador. Que estén todos los que puedan estar. Que la pantalla se parta en diez, en veinte o en cuantos mas se pueda porque volumen es igual a relevancia. Y si estamos muchos, es natural imaginar que lo que de ahí salga habrá valido la pena.

La realidad nos estalla instantes después. Con un delay en las respuestas de unos y otros. Con ideas que por alguna razón son difíciles de explicar con palabras a la distancia. Con tantos egos reunidos que cada quien buscará ya no el mejor producto ni la mejor idea, sino su rebanada de protagonismo para marcar territorio y hacer ver que quizás muchos estuvieron presentes pero que sí que hubo unos que estuvieron más que otros.

Una comunicación de dos a cuatro personas fluye de forma natural. Cada cual tiene su tiempo y espacio para expresarse, escuchar, intercambiar y decidir. Cuando son más los actores, por buenos o malos que sean, entra la dispersión, la elección de bandos, la atención selectiva al que me cae bien contra el nuevo que no tiene idea de lo que dice, el que lleva mucho tiempo ahí contra el que me representa una amenaza. Y así un proyecto que merecía la atención debida se transforma en un balón suelto de fútbol americano al que muchos quieren agarrar para salir frente a las cámaras. No para sumar, construir o imaginar. Sí para marcar jerarquías y recordar límites , que por cierto se presentarán como cadenas que reducirán la individualidad del proyecto a un frankenstein creado por los egos, las burocracias, los egoísmos y las voluntades de todos.

Las corporaciones han de trabajar en pequeñas unidades para moverse hacia el frente. Así como he escrito que es importante que vivas esa mayoría de edad a la que se refiere Kant, las grandes empresas tendrían que dar permiso a grupos reducidos para mover la empresa hacia caminos distintos.

No se trata de poner en riesgo la compañía. Tampoco de promover el libertinaje. Va más bien sobre impulsar una cultura de confianza en tres niveles. De la empresa al empleado, del empleado con sus semejantes y del empleado consigo mismo. Mientras todo pase por trámites burocráticos y multitudinarios, las ideas crecerán anónimas, sin líderes comprometidos que la impulsen y castigadas por la torpeza de los trámites y el consenso excesivo.

Si de verdad existe confianza en un creativo, dejemos que él trace el camino. Si ese creativo requiere de un programador, dejemos que ese programador ejecute y acuda a quienes decida para dictar el camino a seguir. Si un vendedor tiene la capacidad suficiente para hablar por el resto elijámoslo a él como un portavoz autorizado para después ir y dar el mensaje a su equipo, que así también podrá seguir generando en vez de paralizarse por horas con tal de que todos pudieran asistir a una junta.

Alguna vez me dijeron que no existían las empresas grandes ni las empresas chicas, sino las empresas rápidas y las empresas lentas. Yo iría más allá, diría que más que pensar en esas categorías están las empresas que empoderan a su gente y hacen realidad sus proyectos y las que están condenadas a vivir de discusiones teóricas a partir del exceso de personas involucradas. Sepan que más proyectos han muerto por el exceso de participantes que por la falta de ellos.

Confía en tu grupo cercano. Elige o permite que elijan que solo un actor de cada área, entendidas estas áreas a nivel macro (marketing, desarrollo) no micro (gerente de marketing digital, gerente de desarrollo para proyectos menores a doscientos mil pesos) participen en las reuniones. Provoca que las ideas y la ejecución de las mismas al interior de tu empresa lleven nombre y apellido. Si no, la lluvia de ideas acabará convirtiéndose en un granizo que lo único que logrará es abollar y postergar la puesta en marcha de tus proyectos estratégicos.

En las corporaciones el éxito se muere con el anonimato. Nada garantiza más la procrastinación y la fuga de ideas que el castigo y la inhibición al reconocimiento y lucimiento personal, lo único que queda más allá del dinero. Si un creativo no puede cuando menos presumir que es su idea no le queda más que la satisfacción de una factura que así como entra se va en el alma olvidadiza de la corporación.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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