La normalización de lo incorrecto
Evita normalizar lo negativo. Encuentra razones sólo para tener una explicación de lo que ocurre, nunca para justificar su reiteración. Que tu entendimiento sirva para abolir. Para decidir. Para cortar. No para que en el hallazgo de la motivación esté el aval de la continuidad. Que entender no te lleve a consentir.
El sentido de adaptación nos confunde. Tanto se nos dice que hemos de ser tolerantes a la frustración que permitimos lo que nunca deberíamos soportar. La presión social castiga la determinación. El decir no a lo que ya se hizo costumbre. El abandonar viejos conocidos para llegar a los mejores por conocer. Como si elegir fuera un gesto autoritario más que un derecho natural de un ser humano. Como si la vida se basara en la acumulación más que en la selección. Como si decidir fuera un hackeo ilegal a la vida. Como si lo de ayer tuviera que ser para siempre.
Existen demasiadas campañas a favor del sí. Hacen falta muchas más a favor del no. El no bien aplicado también suma. Si hacer algo que tenías planeado significar dar un paso en tu vida, negarte a seguir rodeado de personas y circunstancias que te hacen daño es tan positivo o más que emprender algo nuevo. En el fondo es un sí disfrazado de no. Es poner un alto a lo que te lastima para abrirte a lo desconocido. Es tener la madurez de ceder con tal de ganar. Estar dispuesto a perder lo que sea que esa persona o situación te dé con tal de que lo negativo se vaya. Restar puede llegar a sumar. Lo saben las empresas que adelgazando se hacen más rápidas y eficientes. Lo sabrás tú cuando dejes de arrastrar lo que no te funciona.
La proporción debe ser, cuando menos, uno a uno. El trabajo que se aprovecha de ti pero en el que te mantienes porque te asegura un ingreso. El supuesto amigo de toda la vida que lleva años atacándote a partir de sus propios complejos y al que consientes a partir de que te han enseñado que conservar es más útil que prescindir. El familiar que te quita más de lo que te da pero al que sigues unido porque aún en el siglo XXI se sigue diciendo que la sangre es primero. Estructuras mentales tan arraigadas que han terminado por automatizar el comportamiento. Si te quedas, eres buena persona. Si te vas, eres un traidor. O un egoísta. O un impulsivo. O un intolerante. Pero no. Nada de eso. Sólo estás eligiendo cómo y cerca de quiénes vivir. Todos tenemos al menos un amigo del que justificamos todo lo que hace. O un familiar. O un trabajo. Muy pocos nos atreveremos a borrarlo del camino.
La normalización de lo incorrecto es un instinto de supervivencia que acaba jugando en nuestra contra. Es así como las relaciones encuentran un final explosivo. Y también es así como por voluntad propia permitimos que a nuestro saco de responsabilidades y problemas se sume el daño que nos propinan terceros en el nombre de una amistad, relación familiar o laboral. Cuando la anomalía se repite una y otra vez se hace parte del sistema. Toca entonces salirte de él.
Observa siempre con atención. Comprende el racional de las personas. Pero no lo uses como justificación. Sus razones forman parte de sus miedos, confusiones y carencias. No tienen por qué ser parte de los tuyos. Si alguien te quita más de lo que te da, aunque entiendas por qué lo hace, aléjate. No le desees el mal. No lo odies. Pero libérate. Si sólo vives una vez, más vale hacerlo decidiendo lo mejor para ti que fungiendo como el saco de box que por más golpeado que acabe no será suficiente para que otro venza sus propios miedos. Restar es también sumar. Lo sabrás cuando te liberes de esa o esas personas a las que llevas años justificando.
Nota del autor:
Este es mi primer texto del 2019. A partir de ahora vuelvo a mi compromiso de publicar todos los martes y jueves. Quiero contarles que como propósito me he trazado catapultar mi marca personal. Para ese fin estoy preparando toda una estrategia en Instagram y YouTube. Por ahora los invito a seguirme en IG. Ahí seguido hago historias basadas en lo que escribo.
