La realización pagada
Haz que tu trabajo tenga legado. Que no haya esfuerzo ni tiempo que hayas dedicado a lo que no perdura. La clave es, otra vez, la administración de tus circunstancias y de tu entorno. La capacidad para que el resultado de tus esfuerzos sea incremental y no solo una meta cumplida a ojos de la corporación que se queda tan corta de miras que mide con el cronómetro más que con la aportación de valor para ella y para ti mismo. Se trata de sumar para ti. Para tu vida. Para tu carrera. Y ante todo para tu propia realización.
El plan de crecimiento profesional no tendría que ser un organigrama basado en cargos a los que puedas acceder. Ese dibujo representa mucho de lo que ya no debería ser. Es, en primera, una invitación a escalar a costa de eliminar a otros. O de moverlos. O de hacer que los despidan. O de ayudarlos a que asciendan, que es el mejor de los casos, pero que aún así podría derivar en que otro pierda su lugar. Esa imagen era la obsesión de tus padres, el motor de vida de tus abuelos. Representaba la pirámide alimenticia laboral. El viaje que debías recorrer para decirte que habías alcanzado el éxito. Siempre más a ojos de la corporación que de los tuyos. Siempre con el ingreso económico como el principal aliciente para decirte que ibas mejorando, que el éxito estaba en tus manos. Y dado que todo partía de la corporación, el final también era decidido por ella. Me serviste por años pero ahora tienes que jubilarte. Ya diste lo que tenías que dar. Ya hay otro mejor que tú; claro, hasta nuevo aviso.
No aceptes estar en un lugar donde tu plan es en realidad el de una organización. O el de un particular cualquiera. El trabajo tendría que dejar de ser visto como un destino para convertirse en una circunstancia más para hacer lo que quieras con tu vida. Una empresa, tanto si es una corporación como si es una startup o un negocio familiar, no es más que una escala que debe serte de utilidad para saber más, para generar más, para desarrollar más, para realizarte en lo que sea que te hayas propuesto y que una vez que lo hayas conseguido no tengas el temor a ir buscar aquello que ahora te inquieta, te genera dudas y deseo por explorar. El éxito no está en un formato de excel con objetivos macro. El éxito verdadero, al menos para tu vida productiva, está en la adquisición de habilidades y en el cumplimiento de esas metas personales que te llevaron a un lugar y circunstancias determinadas. Aunque suene contradictorio dado que estás dejando de poner a la empresa en el centro, esa perspectiva acerca a la empresa al éxito, dado que tú estarás más concentrado en crecer tus habilidades y en incrementar tu generación de valor que en ganar el juego de influencias y política que domina a las corporaciones. No hay mejor manera de inspirar a otros, de generar valor y de provocar un cambio en el entorno que poniéndote como prioridad. No desde el individualismo, sí desde la perspectiva de que tu realización ayudará a que cada día entregues lo máximo de ti y a que eso traerá mejores condiciones para que los que están cerca de ti experimenten su propio crecimiento a partir de los objetivos que se hayan trazado.
Tu día a día debe fundamentarse en el aprendizaje, no en la repetición. El mayor riesgo de una corporación está en que el encasillamiento de responsabiidades deriva también en el estancamiento. Si tu trabajo es generar lo mismo cada día, debes pensar en ir a otro lugar. A uno en que un día nunca sea igual a otro. A uno en que a lo que te piden le puedas poner tu propia firma. Y no sólo eso, que sea acumulable. Que aquello que estás haciendo bien no sea solo visible para el que es tu jefe inmediato, sino para ti mismo y para terceros. Si al momento de revisar lo que haces te das cuenta que es un trabajo tan mecanizado que diario podrías llenar el mismo formato y palomear los mismos campos, entonces debes irte de ahí. O exigir que haya movimiento. Que no te asignen el trabajo de un robot que atiende necesidades de una corporación, sino el de una persona que satisface sus expectativas, deseos, preguntas y curiosidades mientras se realiza en una empresa.
Piensa en un doctor que va acumulando pacientes a partir del éxito en sus consultas. O en un escritor que se acerca a su objetivo de tener un libro a cada página que escribe. O en un pintor que a cada pincelada adquiere la certeza de que ha avanzado en la realización de su obra. Ellos aportan valor, pero lo hacen desde su plan de vida, no anteponiendo el interés de otros. Si lo que haces no suma a tu realización, estás en el lugar equivocado, aunque allá en el cielo corporativo esté un rectángulo esperando a ser llenado con tu nombre.