La sociedad del one night stand

Mauricio Cabrera
4 min readMar 5, 2018

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De vuelta al origen. A las conversaciones con amigos y familiares. A las citas como deben ser. Al medio que se respeta y a los lectores comprometidos. A los encuentros repetidos que se convierten en novela. A las relaciones profundas que perduran. A los amores que si no son para siempre, al menos son para un buen rato.

Llevo meses pensándolo. De tan elemental, parece una reflexión cualquiera. Y en el fondo lo es, aunque en realidad tuve que leer a Pia Frey, quien sigue resultándome una auténtica desconocida de la que no sé más que fue considerada como una de las plumas invitadas para escribir sobre las tendencias periodísticas del 2018 en el Nieman Lab de Harvard, para darme cuenta de la urgencia de volver a esos tiempos en que las relaciones se forjaban a partir de la constancia y el interés continuo más que del vértigo de las tendencias. El valor de la espera contra la desmemoria del instinto.

Si Internet se llenó de basura fue porque no supimos qué hacer con la libertad que la plataforma nos dio. Veníamos de los límites de las revistas, de los diarios, de la radio y la TV. Queríamos hacer lo que quisiéramos. Publicar lo que nos diera la gana. Compartir lo que se nos antojara. Pronto nuestra libertad se hizo libertinaje. A la información la endulzamos con opinión. A las mentiras las convertimos en verdad. A la viralidad la vestimos de éxito. Y entonces llegó Trump a la presidencia de Estados Unidos; y entonces, nos dimos cuenta que los memes no hacen golpes de estado. Corroboramos lo que era ya una sospecha bien conocida, que el hombre se hace adicto a ser escuchado, ya sea a través de la verdad, de la mentira o de un remix de ambas. Lo único que importó fueron los views y los likes. Y para eso, nada mejor que encender el fuego de la ira cuando la gente así lo pidiera, nada mejor que linchar con la mejor retórica posible a cuanto villano en turno se presentara . Amar u odiar, sin matices. Como las citas en Tinder, un todo o nada en el que o pasas desapercibido o concretas en la cama. Cualquier posibilidad intermedia es un derroche.

La adicción al momento tuvo sus consecuencias. Tanto nos esforzamos los medios en llenar de instantes a los usuarios, que ellos se olvidaron de la permanencia. Devoraron cuanto contenido se les presentaba sin que les importara mayormente de dónde provenía. Incluso nuestras victorias eran derrotas. Porque aún cuando un usuario compartía nuestro contenido, había varias más atendiendo otros momentos de los usuarios, lo que derivó en que estos se hicieran de todos y de nadie. Fuimos unos cualquiera sin recordar que debíamos ser alguien.

La premisa de Frey apunta a que los medios de comunicación deberíamos dejar de tratar a los usuarios como si fueran un match en Tinder. Compara la inminencia de la invitación a la cama con la urgencia de los medios por llenar a los usuarios de invitaciones para pagar por una suscripción o para al menos compartir sus datos personales. Ella tiene razón. Pero no sólo en materia de medios, donde o llega el dinero de los usuarios o no habrá muchos que sobrevivan, también en el ritmo de vida de una sociedad que al quedarse sin límites se ha llenado de excesos y ha convertido lo memorable en un posteo cualquiera que en instantes será sustituido por otro igualmente memorable en la psicología del usuario que se ha comprado el cuento mercadológico del You Only Live Once.

Alguna vez escuché que la verdadera revolución en materia de parejas sexuales se produjo ante el boom de la industria automotriz, que permitió la existencia de una habitación rodante en épocas en que imaginar a un hombre y a una mujer en soledad era un tabú. En aquel podcast también señalaron que Tinder provocó la ansiedad de lo posible en los seres humanos. Es decir, que ese tipo de aplicaciones detonaron en que hoy todos piensen en que es posible estar con millones de personas diseminadas por el mundo. Como consecuencia, las relaciones viven bajo una insatisfacción tácita que explota ante cualquier problema que haga dudar sobre lo acertado de la elección. Ante la abundancia, la ansiedad, porque más siempre ha sido menos.

Los proyectos, tanto colectivos como individuales, también están sometidos a la seducción de lo inmediato. Dado que mucho pasa allá afuera, es difícil concentrarse en un objetivo único. A diario surgen nuevas plataformas en las que es necesario sobresalir, amenazas que debemos atender aunque ello implique dejar de ser lo que

somos. La ansiedad obstaculiza el involucramiento. Es natural que se busque el camino exprés hacia la realización personal cuando el entorno está lleno de ejemplos en que un video involuntario te lleva a la fama. El estruendo paga mejor que el desarrollo profesional a fuego lento. Ahora nunca bajamos del escenario, siempre estamos ahí, atrapados por nuestra propia cámara, atados a ella porque la llevemos en nuestro propio bolsillo. Y así contamos cada instante como un cortometraje, como si pensar en un una historia anidada al modo de una novela fuera una perdida de tiempo.

A los medios no les ha quedado más que reaccionar. Ya no por conciencia propia, sino por instinto de supervivencia. Los usuarios, algunos, empiezan a recordar que algún día ellos o sus padres renovaban sus votos de confianza con un medio con cinco, siete o diez pesos de por medio. Falta que todos recordemos lo que significa estar comprometidos. Con un medio, con una mujer, con el conocimiento o con nuestra propia vida. Más vale una cámara encendida sólo en los grandes episodios de una gran historia que una pegada a nuestro bolsillo jugando a transformar lo fugaz en memorable. La felicidad de Tinder es como la naturaleza de Instagram Stories, no dura más que veinticuatro horas.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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