La trampa de consumir el éxito de otros
Dedica menos tiempo a otros. Y cuando lo hagas que sea para construir sobre lo que hacen, para inspirarte o para reconocer. Pero nunca dediques tanto como para que el éxito de un tercero se convierta en tu freno de mano o en tu forma de decirte que es demasiado tarde porque otro ya pudo hacer lo que tú querías hacer.
El exceso es negativo hasta para los ejemplos. Si te sumerges en el éxito de una o dos personas, te sentirás motivado por su obra. Te llenarás de fuerza para iniciar aquello que has postergado o para por fin atreverte a convertir en proyecto de vida lo que hasta entonces tenías como una idea sin materializar. Cuando consumes el éxito de tres o cuatro, empiezas a inquietarte por el hecho de que haya varios que han logrado hacer lo que, al menos desde tu perspectiva, no has podido alcanzar. Y si te excedes, y dedicas tu tiempo a consumir contenidos, palabras y obras de decenas de personas que consideras exitosas, lo más probable es que en vez de acabar motivándote, te encuentres en una depresión que te dirá que el éxito no es para ti, como sí fue para otros.
El entretenimiento debe hacernos más ligera la vida. Relajarnos tras una jornada de estrés. Hacernos ver que podemos compensar los altos niveles de actividad y responsabilidad con niveles reducidos de exigencia, que no nos demandan más que sentarnos a ver o escuchar lo que otros han hecho por nosotros. Eso aún pasa cuando nos sentamos frente a una pantalla para ver una película o una serie, pero se rompe cuando nos sumergimos en redes sociales donde más que importar la historia importa el que la cuenta, y por ende su particular historia de éxito respaldada o por millones de seguidores, o por una aparente felicidad que nunca vamos a alcanzar, o por lugares extraordinarios que posiblemente nunca vamos a visitar.
Nuestro contacto con las celebridades o influencers ha cambiado. Antes veíamos sus obras, ahora vemos sus vidas. En ese cambio habita el que un fanático pueda sentirse deprimido por el éxito de aquel al que sigue. Y también en ese cambio se explica por qué las celebridades se empeñan en trazar un aparente mundo perfecto, lleno de bienes materiales, de felicidad e incluso, de libertad, lo que en fútbol ha derivado en que un futbolista aparezca en Instagram Stories bailando en una fiesta en un entorno de riqueza y comodidad mientras el aficionado vive en la depresión de la derrota del que todo lo tiene y de la propia al no poder ser lo que quisiera ser.
Desde que nuestro consumo se hizo de persona a persona las diferencias se han ensanchado. El éxito no es imaginario. Los aplausos no son el único bien notorio de las celebridades y los influencers. Ahora todo les sale bien a ellos. Y nada o poco les sale bien a los que consumen. Y entre más éxito de otros vemos, más factible es que sintamos que para nosotros es demasiado tarde, o peor aún, que queramos ser como otros.
Hace tiempo ya que no se trata de lo que hacemos sino de para qué lo hacemos. El problema es que cuando pensamos en el para qué llegamos a la búsqueda de fama porque sí. La gente hoy no quiere hacer videos, quiere tener un millón de reproducciones y mismo número de seguidores. La gente hoy no quiere hacer un libro de calidad, quiere que miles lo compren aunque en realidad ni los que lo adquieren acostumbren leer ni los que lo publicaron acostumbren escribir. El fin se hizo medio y la consecuencia se hizo obsesión.
Entretente con lo que quieras, pero nunca tanto como para que te lleve al convencimiento de que no hay un lugar para ti entre los que han encontrado un modo de vida que te gusta. Busca tantas inspiraciones como necesites, pero nunca tanto como para que esa inspiración sea más bien un robo de identidad que ni te llevará a la realización ni te permitirá marcar diferencia. Las historias de otros nunca te llevarán al éxito. Podrán motivarte, quizás. Pero lo único que te puede llevar a donde quieres es tu verdadero trabajo. Y a él no le importa más que hacer lo que corresponde a cada momento para que por fin tú quieras ver y vivir tu propia historia en vez de vivir, emocionarte, frustrarte y obsesionarte con la de otros.