Lo que aprendí escribiendo un newsletter durante 16 domingos

Mauricio Cabrera
4 min readSep 4, 2017

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Lo he conseguido. Muchas veces he estado tentado a dejarlo. Tanto por pereza como porque respetar un proyecto en domingo por la mañana tendría que ser para los abstemios. Y me sorprende haber llegado hasta aquí. Porque las cubas y sus efectos me siguen acompañando, pero ahora también están conmigo ese par de horas y media de indagar a detalle. De preguntarme y responderme. De compartir lo poco que sé y lo mucho que aprendí.

The Muffin, como le puse a mi newsletter semanal sobre la industria digital, se ha convertido en un acto natural para mí. No puedo iniciar un domingo sin investigar y escribir. Mi perro me lo reclama lanzándome la pelota para que lo saque a pasear. Mis desayunos se hacen almuerzo. Y yo me miro al espejo diciéndome que no hay necesidad de estar en la computadora cuando la semana inglesa también se me va frente a ella. De algún modo, si los viernes y sábados por la noche implican fiesta, el domingo por la mañana implica despertar, leer y escribir. Se ha creado en mí un hábito que disfruto primero por mí y después por los demás. Como siempre deberían ser los proyectos que hacemos.

A mi cerebro le viene bien pensar en la industria desde una perspectiva más amplia. Salir del día a día de las interacciones y el engagement como símbolo de valía profesional. La dinámica de los medios masivos en el entorno digital no es saludable para la mente. Es un golpe constante al autoestima. Porque sea cual sea tu nivel intelectual, debes estar pensando en el meme que más hará reír a la gente, en cómo contrarrestar las fake news y las prácticas deshonestas de medios no establecidos sin que lograrlo te lleve a traicionar tus valores y los de tu empresa. Ganes o pierdas en la batalla de la viralidad, en algún punto te dices que tu cerebro da para más. Que un meme bien ejecutado no hace legado. Que tu nuevo formato durará unas semanas, pero que en días llegará otro a replicarlo, sin la atención al detalle, pero con la oportunidad que da el descuido de usuarios demasiado absortos en el exceso de contenidos como para distinguir entre el original y la imitación.

Un side project te da la libertad que la cotidianidad te arrebata. Cuando un proyecto es de todos termina siendo de nadie. Desde que Mark Zuckerberg se decidió a conectar a todos, en realidad acabó por desconectarlos. Porque ahora hablar de miles es una broma. O te expresas en millones o no interesas. Ni al propio Facebook, que te da un contacto con nombre y apellido hasta que eres relevante e inviertes miles de dólares, ni a los anunciantes, que prefieren lo abstracto de lo masivo sobre lo específico del nicho, ni a los inversionistas, que están demasiado atrapados en el imperialismo digital. La de los medios es una batalla de números más que de personas. Y por eso es clave tener un espacio que te lleve de vuelta a la realidad.

Me gusta saber quién lee el Muffin. A qué le dan clic y a qué no. A qué hora lo consumen. Cuántos lo hacen de forma recurrente, cuántos esporádicamente y cuántos se suscribieron sólo por compromiso. La inteligencia que se adquiere con un newsletter es parecida a la data de un sitio o de un fanpage, pero mucho más personal. Gente que comparte intereses contigo. Que trabaja en la misma industria que tú. Que entiende lo que haces. En Facebook diriges un Costco, en un newsletter manejas un espacio gourmet, que no es para todos, pero sí para los que tú quieres que estén.

Al Muffin también le debo haberme vuelto más curioso. Porque no es fácil aportar novedades en una industria muy bien cubierta por los medios anglosajones. Entonces hay que ir al detalle, buscar información exclusiva, perfiles e historias que no se publicaron en las fuentes que todos conocen. Se hace necesario hilar una telaraña que constituya una historia completa. Con la información elemental en el cuerpo del texto, pero con las referencias necesarias para ir al nivel de profundidad que cada lector quiera. El aprendizaje como un proceso interminable. Si aprendo A, necesito saber B. Ya que conozco B, debo ir y asociarlo con C. El conocimiento no se acaba, lo que puede agotarse son las ganas de saber más.

He pensado que sería buena idea que a los estudiantes de comunicación se les pidiera hacer un newsletter. Es en cierta forma un resumen, pero en vez de transcribir los pasajes más largos de los libros de texto, tendrían que hacer una interpretación de lo leído, vincularlo a datos complementarios y construir los caminos necesarios para que la información fluya. Los alumnos ejercitarían la capacidad de síntesis y aprenderían los distintos ángulos con que se construye una historia. Para mí, The Muffin, y cualquiera que siga su estructura, es un mapa conceptual escrito. Sirve para la toma de decisiones, para la organización de datos y para categorizar la información recibida.

Van dieciséis domingos sin fallar. Me honra escribir que ni el Matusalem Platino campechano de los sábados me lo ha impedido. Pero más me honra que los suscriptores lo lean, que me digan en una junta o evento que les gusta el newsletter. No es para todos, pero es para los que quiero que sea. Y eso se agradece cuando se dice que si no tienes millones eres un fracaso como storyteller.

Nota del autor:

Este texto no pretendía servir como promoción de The Muffin, pero ya que lo leíste, te invito a suscribirte. Lo horneo cada domingo por las mañanas. Lo único que promete es que será un panquecito lleno de historias con nutrientes para tu cerebro.

Contador: día 7 de 7. Se está cumpliendo el proyecto para matar la ansiedad. Seguiré informando.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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