Loret de Mola, el youtuber
La transformación ha sido evidente. Carlos Loret de Mola no es el mismo que cuando salía en televisión. En el primer episodio de su nuevo noticiario en LatinUS es más abierto en sus críticas. Más directo en sus editorializaciones. Para muchos, un descaro después de haber trabajado por tantos años para Televisa, y por ende, concluyen, para el gobierno. Para otros, un bastión periodístico necesario para evidenciar las incongruencias del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al que nunca ha escondido que percibe como una amenaza contra la libertad de expresión... ¿Es la plataforma la que cambia al periodista? ¿Son los intereses de antes y los de ahora los que provocan la transformación? A continuación analizo, sin pretender con ello aplaudir o criticar la calidad de su trabajo, los elementos a los que se enfrenta un periodista que de televisión pasa a digital.
-El equilibrio carece de alcance: el modo en que se consume contenido en redes sociales lleva a una exacerbación del punto de vista. Pasa en el futbol, donde se erradicó cualquier punto medio para que periodistas y aficionados defendieran su perspectiva, ya fuera legítima o prefabricada, hasta las últimas consecuencias.
Esa tendencia lo mismo se produce en opiniones personales que no incluyen atenuantes que en polémicas donde entre más escándalo se presente más atención mediática se recibirá, ya que el pleito dejó de ser sólo un imán de espectadores para convertirse también en objeto de interés de otros medios. Los periodistas y conductores reconocidos no tienen más que pelear en su medio o en sus redes para que otros los retomen como parte de esa narrativa que entiende la polarización como una estrategia de alcance y relevancia.
Los extremos empezaron con el futbol pero fueron viajando a la política hasta encontrar su punto máximo en el actual gobierno. Si señalas, eres corrupto. Si aplaudes, haces buen periodismo. Y a la inversa del otro lado. Si señalas, haces buen periodismo. Si aplaudes, eres corrupto.
Para entender la opinión de la gente en una comunidad integrada por periodistas, storytellers y creadores de contenido en general, hice un posteo preguntándole a los miembros de mi grupo en Facebook, su opinión respecto al primer episodio del nuevo noticiario de Loret de Mola en LatinUS. Varios lo acusaron de tendencioso, pero reconocían que la información mostrada respecto a las incongruencias de Gatell eran realidad. Que el Subsecretario de Salud sí pasó de los 5 mil, a los 30 mil y de ahí a los 35 mil muertos en su pronóstico de fallecimientos por Coronavirus. También que es cierto que algunas veces recomendó el uso de cubrebocas y que otras tantas aseguró que su utilidad era nula. Todos, sin excepción, recuerdan a López-Gatell declarando que la de López Obrador era una fuerza moral, no de contagio.
Entonces, ¿por qué si la información expuesta es real se le califica de tendencioso?
Para muchos, el tono que emplea Carlos Loret de Mola es demasiado exagerado. Se refieren a los gestos y entonaciones que realiza. Al sarcasmo con que aborda el rol que López-Gatell ha jugado en la lucha contra el Coronavirus en México. Y es cierto, es mucho más incisivo que lo que hacía a cuadro, pero es cierto también que digital siempre ha sido más descarado, o auténtico, como se le quiera ver, que la televisión.
A ese respecto, vale señalar que, en efecto, no se presentó ningún argumento en defensa, si lo hubiera, hacia el modo de actuar del gobierno de López Obrador. Pero también que criticar un posicionamiento de este tipo tendría que venir acompañado de esa misma objeción con todos los medios que han decidido asumir una postura extrema tanto en contra como a favor de lo que realiza el gobierno. Hace tiempo, insisto, que el análisis de pros y contras se convirtió más bien en una elección estratégica de aquello que abona a la intención de nuestra historia.
Si bien es cuestionable la selección oportuna de las declaraciones de Gatell, insisto, ninguna de ellas inventada, cualquier creador de contenido de la actualidad basado en la búsqueda de reproducciones y de reacciones de la gente en distintas plataformas sociales hubiera apostado por esa misma fórmula para fortalecer el objetivo de su historia, fuera el que fuera.
Los medios masivos digitales se deben al alcance para de ahí poder monetizar. La búsqueda de grises hace tiempo que se convirtió en una utopía periodística. Y si se piensa, en realidad siempre ha estado ese filtro en que se califica el material que pueda servir o no al impacto del contenido a ser publicado.
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- Se le compara con Chumel: para muchos, en particular durante el primer segmento de su nuevo noticiario, Loret de Mola se parece más a Chumel Torres que a o lo que él siempre había hecho. El formato es semejante. Los movimientos corporales también. Pero a favor de cualquiera que haya tenido una participación como periodista “tradicional”, debe mencionarse la desventaja a la que se les quiere condenar cuando se les mide frente a un influencer.
Un influencer, aunque dé noticias y en cierto sentido informe a la gente, puede opinar abiertamente de sus preferencias. Puede salir a recomendar la compra de un producto aunque parezca incongruente con lo que siempre ha pregonado. Puede incluso darle una despedida cómica a un político al que en teoría siempre había señalado como un mal para la sociedad. El influencer es siempre para conveniencia suya una persona antes que un profesional de lo que sea a lo que se dedique. Un periodista, en cambio, debe seguir los protocolos de su profesión, guardarse de hacer aquello de lo que otros se valen para poder ganar notoriedad.
La proliferación de periodistas, tanto de derecha como de izquierda, que apuestan por tener una marca personal derivará en un debate respecto a los parámetros en que debería moverse todo aquel que se precie de serlo. Por un lado, se entiende que alguien decida subirse a una ola que no se detiene, que es la del desarrollo de una empatía con una audiencia particular aunque puedas ser odiado por todos aquellos que no comparten ideología de tus mensajes; por el otro, es comprensible que haya quienes consideren que ese tipo de estilo y estrategias no deba ser utilizado por quien hasta hace algunos meses vestía de traje y corbata en los foros de Televisa.
-Otros pueden decir lo que tú no: para abonar al punto anterior, el del periodista, entendido éste como un representante de la vieja guardia informativa, sin que importe para este caso la calidad de su trabajo, es un camino lleno de desafíos. Si te quieres mantener en zona segura, se te recomienda ser un lector de noticias que no trascenderá porque la gente se irá con quienes tengan opiniones contundentes. Si te inclinas a uno u otro lado, se dirá que estás atentando contra tu labor, que consiste en dar a conocer los abusos del poder y presentar información objetiva (aún cuando sabemos que en su significado literal es imposible de alcanzar por nuestra propia naturaleza) para que la sociedad pueda estar enterada de lo que acontece a su alrededor.
Del otro lado, están personas comunes y corrientes, condición que los influencers enfatizan a conveniencia, que con la información generada por terceros realizan editorializaciones que les entregan millones de seguidores y, con ello, la posibilidad de influir en cientos de miles de voluntades. Los influencers, aunque hagan ejercicios informativos, pueden reírse, burlarse, menospreciar, demeritar o lo que ellos quieran porque son simples ciudadanos. Los periodistas deben quedarse en una redacción, consignando información y esperando que otros detonen la editorialización que sí que tendrá el potencial de hacerse viral, con la repercusión y el negocio que lo acompañan.
El periodista, en teoría, debe estar en la trinchera trabajando por conseguir exclusivas e información que nadie más tenga a la mano. El problema, es que ese tipo de investigaciones pueden ser retomadas de inmediato por otros, lo que diluye el crédito de lo que hagas y traslada a otros el poder de empaquetar esa información con editorializaciones que tú, por tu condición de periodista, a ojos de muchos no deberías realizar por significar un atentado a la objetividad que prometiste guardar y hacer guardar en un salón de clases.
La economía de la individualización periodística abre una interrogante que por ahora no tiene respuesta. La de hasta dónde puede y debe llegar un periodista con la información y la opinión que tenga de una historia determinada.
-Es Chumel, pero acabó haciendo TV: si bien se apunta a la ya mencionada semejanza entre el nuevo estilo de Loret y el de Chumel Torres en El Pulso de la República, se menciona que a partir del segundo bloque, en el que se incluyó una entrevista con un par de especialistas que están en contra de las medidas implementadas, la semejanza de formato se quiebra para convertirse en una producción de televisión (con fallas en audio e iluminación) más que para digital.
Dado que no es mi intención calificar de bueno o no el show sino más bien contextualizar los desafíos de cualquier periodista que se ha desempeñado en una plataforma tradicional a su actuar en plataformas digitales, respecto a este punto me limitaré a decir que el programa entero hubiera podido ser el primer segmento. Sin necesidad de más. Dejando claro un punto en el que podemos estar o no de acuerdo. Y con la solidez suficiente para ir descubriendo al nuevo Loret, a Loret, el youtuber.
Conclusión
Sirva este caso, como el de Vicente Serrano del otro lado, como el del Chapucero, como el de Jorge Berry, y como el de varios más que parecen haberse ido a un extremo o al otro, para entender que la consolidación del periodismo de marcas personales, y de los influencers que se construyen a partir de la editorialización de los hechos reportados por otros, traerá nuevos desafíos en materia de generación de información y de presentación e interpretación de la misma.
Con los periodistas volcados en crecer su audiencia y con ésta deseando más extremos que conciliaciones, seguiremos viendo una polarización que derivará en amor, odio, aplausos y descalificaciones. Queda claro por ahora que la información no es tan influyente como la interpretación que hacemos de la misma.
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