Los hackers del capitalismo
Una contradicción que funciona. Para liberarse hay que trabajar más. Sin pago adicional por horas extra. Sin gente aplaudiendo tu esfuerzo. Con trabajo en fines de semana, de madrugada y de noche. Con ganas y sin ganas. Se trata de hacer mientras otros duermen, de crear mientras otros toman. Equivale a los entrenamientos que nadie quiere hacer. A los que se hacen sin ganas, a los que duelen, a los que se sufren. Si estás ahí, un día llegará lo que mereces. O dicho en palabras de Michael Jordan, “si haces el trabajo, serás recompensado. No hay atajos en la vida”.
El hombre vive equivocado en cuanto a su búsqueda de libertad. Dice quererla, pero falla en las tácticas y estrategias para conseguirla. Se asume como un anarquista del sistema sin darse cuenta que su supuesta victoria abona a lo que tanto quiere vencer. La de concebir el trabajo como un simple trámite para sobrevivir es una de las posturas que más contribuye a que el poder esté en unos cuantos. Cuando un empleado se niega a trabajar horas extra, cuando activa una alarma para irse a su hora, cuando presume orgulloso que él no fomenta las gráficas que muestran que en México se trabaja más horas que en muchos otros países del mundo, el rebelde no hace más que posicionar al estado. Para hackear el sistema no se necesita rigor en el contrato de prestación de servicios profesionales, se requiere alterar el proceso. No hacer porque te pagan, sino hacer para que te paguen.
La lectura que los seres humanos hacen sobre el sistema es superficial. Una mirada sin detalle dirá que no ser un oficinista doblegado representa el máximo bastión para evitar el abuso. Y en la teoría lo es. Siempre será positivo un acuerdo en el que ambas partes hacen exactamente aquello que está incluido en el contrato. Pero la falla viene cuando se piensa que el sistema empieza y termina en un edificio. Que el sistema es la empresa que te contrata. El sistema está en todas partes. Y cuando más peligroso se vuelve es cuando se presenta disfrazado de ocio, ese que hace que en cuanto abandonas el símbolo del poder, representado por una oficina, te entregues a la libertad ficticia del que consume, compra y come lo que quiere. El capitalismo sabe tan bien como el mejor platillo del mundo.
El problema no es lo que el hombre hace, sino lo que deja de hacer. La libertad sí se consigue fuera de la oficina. Pero no a través del ocio por el que pagas. Bajo el entendido de que el sistema está en todas partes, el entretenimiento forma parte de las actividades del mismo. Por tanto, entregarse con devoción a las múltiples alternativas de esparcimiento por obra de terceros deriva en un engaño semejante al que un preso puede sentir cuando juega un partido de futbol en el patio de la cárcel. Es una libertad aparente. Una falsa libertad tan bien estructurada que es de jaulas abiertas. El sistema sabe que el canario volverá por sí mismo.
Hacer lo que te gusta es clave. Porque relaja, porque independiza y porque, en muchos casos, lleva al ahorro. El hackeo al sistema se da a través de un side project. O de dos. O de los que decidas tener. Es cierto que un proyecto personal carece de pirotecnia al principio. Es natural pensar que un viernes de fiesta es más atractivo que uno frente a la computadora. También es natural sentir que ir a la cama en momentos de sueño es más placentero que ponerse a dibujar con los ojos rojos por la actividad del día. Pero un proyecto personal bien ejecutado representa una oportunidad de revalorizarse como individuo. Es en cierto sentido una licencia para volver a ser niño, para recordar lo que hacías simplemente porque te gustaba. Es una diversión, como la que te da el sistema, pero una tan personal que no requiere más que de tu voluntad y de unos cuantos lápices, plumas, guitarras, baterías, programas de edición o de lo que sea que tú hayas decidido para hacerlo. Y también, para que el hobbie en realidad se haga proyecto, de disciplina. De esa estructura que revienta las lógicas empresariales y que hará que tu side project se convierta en una fuente de ingresos bajo los parámetros que elijas, los tiempos que marques y las decisiones que tomes. Cuando no pagues por el ocio que ofrecen otros, y en cambio, te paguen por el ocio que tú generas, habrás logrado hackear el sistema.
El tiempo y el dinero compran libertad. Si te mantienes firme en tu idea de no hacer ningún esfuerzo creativo adicional fuera de la oficina, entonces ahorra los porcentajes necesarios para poder retirarte lo más pronto posible. Hay calculadoras y especialistas que se dedican a decirte cuánto necesitas para ser libre en cinco, diez, quince o veinte años. Si tienes más ganas de hacer que de ahorrar. o si quieres dominar las dos, que sería lo ideal, entonces construye un side project, o dos, o los que quieras, a prueba de tentaciones. Dibuja, escribe, diseña, construye, pinta. Un side project es el ocio por el que no pagas. Un side project es el ocio por el que te pagan. Un side project es el camino de los verdaderos hackers del sistema.
Nota del autor:
No canto victoria. Estoy en el proceso de hackear el sistema. Es difícil vencerlo. Se presenta en demasiadas versiones. Y en el fondo, no se trata de desvincularse de él, sino de aprender a convivir con él. De equilibrar entre las horas que son para Netflix y las horas que son para uno.
Contador: 50 de 50. No lo planeé así, pero tiene su significado el que escriba del hackeo al sistema justo cuando llego a una cifra tan emblemática como la de los cincuenta días consecutivos escribiendo. Me gustan las casualidades y las coincidencias…