Los medios del temblor
La tecnología al servicio de la sociedad. Pero también en perjuicio de la sociedad. Porque el espacio para todos implica el libertinaje de algunos. Y porque cuando la información no depende tanto de la veracidad, sino del número de veces que ha sido gustada, compartida o comentada, las noticias dejan de fundamentarse en los hechos para basarse en las sensaciones.
Las redes sociales son la versión digital del pan y el circo para el pueblo. México tiene un problema en dos frentes con sus medios de comunicación. Mientras la credibilidad de las plataformas tradicionales y de los que ahí trabajan se ha ido al garete por su vínculo a intereses políticos y económicos, las nuevas caras de difusión, que no necesariamente periodísticas, dan a la audiencia lo que quieren escuchar. Los dos extremos fallan en su compromiso de contar la verdad. Unos exhibidos por inconsistencias de las fuentes oficiales más el toque melodramático con que lo habían cubierto, y otros apelando al populismo más elemental para que los aplausos que lograrían en una plaza pública se transformen en nuevos seguidores y exploten con la dinamita de la viralidad.
El contenido social catapulta la generación informativa a conveniencia. Dado que las verdades duelen, es más la gente que prefiere no escucharlas que pasar por un proceso de reflexión incompatible con el retuit inmediato. La dinámica de consumo, marcada por el aquí y ahora, debilita la digestión de mensajes. El usuario ve y reacciona. Como si no hubiera mañana, o incluso como si ese contenido no fuera a existir cinco minutos después. Es un consumo fugaz, de pisa y corre. Y entonces el margen de maniobra para los generadores de historias se reduce a dar grandes postulados en ciento cuarenta caracteres, porque aunque a esa idea, que no es más que un extracto de un texto más profundo, la acompañe un link con la información completa, el noventa por ciento de los usuarios no querrá ver más. Juzgará el cien por ciento de una historia u opinión a partir de un tuit.
Después se produce la reacción en cadena. Lo he probado con distintos posteos en los medios de comunicación que tengo. Si siembras comentarios favorables en una publicación, la posibilidad de que las siguientes opiniones de la gente vayan hacia el mismo lado se incrementa de manera significativa. Si en cambio, los primeros comentarios revientan tu contenido aunque sea sólo por un juicio superficial, hecho a partir del call más que de una visualización profunda al contenido, las reacciones negativas caerán en cascada. Así, una mentira retuiteada mil veces se convierte en verdad.
Ante la tragedia, México necesita mensajes de aliento. Cuando los muros se derrumban, el estado de ánimo necesita que las palabras lo mantengan en pie. La retórica de medios y gobierno ha sido la de apelar al nacionalismo que aflora cuando la bandera está a media asta. Y es responsable hacerlo. La gente se merece todo el consuelo posible en medio de los escombros. Pero el pan para el susto no es suficiente para garantizar que un país se reconstruya. De una lección se deben aceptar los pasajes más llevaderos, pero también los que nos sumergen en dilemas éticos, morales y existenciales. La evolución social no debe discriminar entre las verdades que gustan y las que duelen.
La sociedad vive en el clóset. Se alimenta de lo que quiere, no de lo que debe. El proceso selectivo equivale a Ulises escuchando el canto de las sirenas. Y ahí, las nuevas voces de difusión, que no necesariamente periodísticas, aprovechan para tirar un dardo con precisión quirúrgica a las emociones de la gente. “Llueve, lo bueno es que el amor es contra agua”, tuiteó Chumel Torres a sus más de 1.12 millones de seguidores. Obtuvo más de 3 mil 400 retuits y 11 mil me gusta. Ese tuit sólo fue superado por una imagen de la perra rescatista Frida descansando y por una ilustración de la propia Frida como protagonista de Paw Patrol. ¿Está mal que lo haga? No, pero sí que contenido informativo, que él mismo publicó, tuviera mucho menos impacto y difusión que aquello que conectaba directamente con nuestros sentimientos. La construcción de una sociedad informada no se cristaliza a partir del endulzante emocional.
Y como él, Javier Risco, Cultura Colectiva y hasta juanfutbol, que ha relegado sus funciones como generador de historias y entretenimiento deportivo para sumarse a las labores de información y servicio para levantar a México. Yo también consumo y genero contenidos que anteponen las emociones. Yo también compartí fotos de Frida, Titán, Evil y Eco. Los veo como los héroes más puros del temblor. Yo también me conmoví ante las manifestaciones de unión en un país habitualmente dividido. Pero reconozco que en algún momento la balanza deberá equilibrarse. Que la información pura y dura tendría que provocar más que una imagen diseñada para movernos a retuitear a partir del sentimiento.
El consumo responsable de historias se asemeja a la buena alimentación. Si se tratara de comer sólo lo que queremos, nuestra dieta estaría basada, al menos la mía, en tacos, quesadillas, chocolates y Panditas rojos. Si eso pasara, estaría todavía más fuera de forma de lo que estoy. Y justo a esa dinámica es a la que nos han llevado nuestras elecciones y los algoritmos. Consumimos sólo que queremos. Y desechamos lo demás, no porque no nos sirva, sino porque no nos gusta a qué sabe. La buena información muchas veces sabe a sopa de verduras. Y al menos yo la he odiado toda la vida.
Ayer por la noche decidí escribir, pero no publicar. Tuve que evaluar qué decir ante la obligación tácita de darle a la gente lo que quiere escuchar. Y no sólo a la gente, también a los periodistas. Porque si el usuario desdeña el contenido reflexivo, ciertos periodistas se ponen cera en los oídos ante un ejercicio de crítica constructiva. La historia falsa de Frida Sofía desnudó fallas graves en cuanto a la comunicación de la Secretaría de Marina con los medios, pero también los riesgos de convertir una historia de la vida real en una telenovela de treinta horas ininterrumpidas sin que exista la garantía de un final feliz. Cuando un medio decide que su apuesta estratégica es una historia y ésta termina siendo desmentida, aunque sea por fallo de una de las fuentes oficiales, ese medio debería reconocer su error. Forma parte de las responsabilidades editoriales que uno asume ante una cobertura especial. Cuando una fuente de información falla y no la contrastaste con otras, tú debes asumir el golpe que te corresponde. Queda claro que no mentiste, pero también que te hizo falta acudir a otras fuentes, de las que además disponías, dado que según el relato de tu reportera, los padres de la niña estaban junto a ella. Autoridades de la escuela, a través del listado de alumnos, debieron también ser consultados. La responsabilidad del medio no es la mentira, pero sí la proporción dada a la historia. Después de todo, la reacción furiosa de la gente ante la inexistencia de la historia es directamente proporcional al tiempo aire que le dieron. De haber sido manejado como un rescate más de los muchos que en simultáneo ocurrían en otros lados, las quejas y reproches hubieran sido menores. Es más, la persona entre escombros ni siquiera hubiera tenido nombre y apellido para la memoria colectiva.
Cuando tuiteé que era lamentable que los medios de comunicación dieran más importancia a una niña que nunca existió que a la vida de un adulto que, según el Subsecretario de Marina, estaba entre escombros, un periodista de ese medio me acabó pidiendo que me informara y ayudara, como si no lo hubiera hecho según mis posibilidades y disposición desde el momento mismo en que me di cuenta que había salido vivo de ese piso 12 en que estaba en la Colonia Roma. Le contesté diciendo que su empresa debía asumir el costo de su decisión editorial. Y entonces me calificó de cobarde e insignificante. Una discusión que debió ser periodística se volvió tema de agresión personal. Los mexicanos debemos entender que la crítica no siempre es mala. Que a veces es mejor vivir alimentándonos de sopa de verduras que de Panditas rojos.
Con los usuarios también tuve mis desencuentros. Sigo pensando que a los mexicanos nos gusta el heroísmo de ocasión. Y que si con ese heroísmo nos guiáramos siempre, estaríamos a la altura de sociedades de primer mundo. Las opiniones estuvieron divididas. Hubo unos cuantos que apoyaron mi punto de vista y que lo vieron como una verdad que debía ser dicha aunque doliera. Pero otros, la mayoría, se sintieron indignados por sentir que era ridículo pensar que el orgullo de la unión podía representar vergüenza. Comentaron eso porque leyeron el extracto que puse en el call, nunca la totalidad del texto. Para resumirlo, me encanta el México que se une para levantar escombros y salvar vidas. Me avergüenza el México que no se preocupa por ser igual de responsable sin una tragedia de por medio. Que para el usuario una imagen, o ciento cuarenta caracteres, valgan más que mil palabras es un gran peligro para la conformación de esa sociedad informada y analítica a la que deberíamos buscar acceder.
Hay un riesgo detrás del sentimentalismo. La gente retuitea teorías de conspiración contra el gobierno porque quiere creer en ellas. A veces, muchas, son verdad, pero también hay ocasiones en que son mentira. Hoy una selfie en un centro de acopio divide a las buenas de las malas personas. Los mejores gestos, los mejores contenidos y la mejor comida, no siempre son los que mejor saben. La mala alimentación deriva en obesidad. El mal consumo de información, en una sociedad manipulable, a merced de los Data Scientists y de nuestras propias emociones.
Nota del autor
Si no digo el nombre y apellido del reportero con el que me peleé, no es por cobarde e insignificante, sino más bien porque a él lo veo como una muestra de la falta de análisis que nos caracteriza como industria. Él es uno más, como el Agente Smith en Matrix. La representación del estereotipo.
Contador: 21 de 21. Nunca antes había escrito tres textos en días consecutivos vinculados al mismo tema. El sismo movió mis estructuras retóricas. Me provocó introspección, dudas a futuro y los dilemas mediáticos que siempre me han apasionado. Como parte de mi reconstrucción, necesaria después de tanta adrenalina, espero no escribir más del tema. Pero ya mis emociones lo decidirán.