Los riesgos del fake knowledge
Hace tiempo que la vida opera como un acordeón. Se abre hasta decirnos que cualquiera puede. Se cierra para reconocer que abrirse a todos tiene sus problemas estructurales. Ha pasado en periodismo. Ha pasado en redes sociales. Acabará pasando con la educación.
Los filtros de calidad están cada vez más comprometidos. Entre menos cuesta, menos se valora. Entre menos cuesta, más lo hacen. Si un día la tendencia fue tener un blog y al final pocos sobrevivieron, ahora la tendencia es organizar cursos en línea que ofrezcan tanto transformaciones mágicas a los que los toman como ingresos rápidos a quien los ofrece. Un conocimiento de cocina rápida sin método ni rigor. De oficio más que de profesión.
No es que esté en contra del intercambio de conocimiento. Compartir lo que sabemos con nuestros semejantes y que otros hagan lo mismo por nosotros suena a una de las actividades más loables que se puedan realizar. Lo que está mal es que así como puede estar presente la intención de contribuir al desarrollo de una persona, abundan los que no tienen más intención que la de ganar dinero a costa de lo que sea.
Se dirá que para eso están las evaluaciones de los alumnos. Que si un estafador logra hacer negocio, le durará poco porque la gente no seguirá inscribiéndose. Pero eso mismo se decía del periodismo. Se hablaba de que el fake news nunca sería un gran problema porque la audiencia se encargaría de servir como árbitro de lo real y lo falso. Y ahora más que nunca, con millones de dólares invertidos por las grandes tecnológicas para combatir la desinformación y con millones de lectores advertidos sobre la posibilidad de estar siendo manipulados, abundan las dudas sobre la veracidad del contenido. O peor aún, elegimos lo que queremos creer incluso yendo contra los hechos.
El fake news es la advertencia de lo que vendrá para la educación en forma de fake knowledge. El Coronavirus ha acelerado ese proceso convirtiendo a todos en potenciales maestros y a todos en potenciales alumnos en simultáneo. E insisto, es una gran oportunidad de derrumbar esas barreras que antes llevaban a que los ingresos económicos representaran oportunidades únicas de acceso a la educación, pero también un gran peligro. Tan grande como el de la falsa idea de que estás aprendiendo.
La película es muy parecida a la del periodismo. Se decía que nada podía salir mal como sociedad ante el acceso ilimitado a la información. Y bueno, ahora millones de usuarios y miles de medios se preguntan cómo volver a comunidades controladas, bajo criterios que restablezcan los filtros de calidad que con gusto derribábamos hace unos años. Abrimos tanto el acordeón que nos vimos forzados a cerrarlo. Lo mismo pasará con la educación, en cuyo caso el daño puede ser peor.
