Miedo, crea antes de morir

Mauricio Cabrera
6 min readOct 13, 2017

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Ahora intento dibujar. Y digo que lo intento porque es justo eso. Me atreví a escribir diario porque pensaba que podía hacerlo. Me atrevo a dibujar diario para dejar de pensar que no puedo hacerlo. El de escribir es el desafío de descubrir hasta dónde puedo llegar con una capacidad que estoy seguro que tengo. El de dibujar es el desafío de descubrir hasta dónde puedo llegar con una incapacidad que estoy casi seguro que tengo. Sepan que el miedo al fracaso aplica para los dos.

Seguro les ha pasado. Presienten que son buenos para algo. Sus amigos se los dicen. Muchas veces son ellos los que verdaderamente lo creen. Y entonces los escuchan tan convencidos que un día ustedes asumen que sí, que lo que ellos piensan es real. Se atreven, dan el primer paso. Pero se sienten comprometidos. Saben que su fracaso defraudaría a otros. Tener una capacidad conlleva responsabilidades, Stan Lee nos lo ha enseñado. Desarrollarla implica competir en algún punto. Descubrir si eres excepcional o sólo un tipo promedio. Y pensar que incluso en aquello que piensas que eres bueno podría no alcanzarte más que para la medianía, aterroriza. Temes por el amor propio y también por la decepción ajena.

En mi caso, el sueño adolescente fue un handicap. O más bien, lo sigue siendo. Desde que dije que quería ser periodista deportivo, el coordinador de mi universidad (la UDLA de la Ciudad de México, les paso el tip para que no se inscriban ahí) se encargó de decirme que para eso no hacía falta estudiar. El futbol es tan poderoso que encasilla. A la fecha, en cuanto le comento a una persona que no es tan cercana a mí que quiero ser escritor de tiempo completo, asume que pretendo escribir un libro sobre futbol, como si mi cerebro no diera para más. Pasa tanto con conocidos como con medios de comunicación. Hace poco Chilango me buscó para ofrecerme una colaboración. Pensé que este side project empezaba a dar resultados. Les pasé mi correo entusiasmado. No porque mi vida fuera a cambiar por un artículo en una revista, pero sí por lo que implica dar pasos hacia adelante en la consolidación de un hobby con potencial de convertirse en un proyecto de vida. Pero a los pocos minutos recibí un correo que me recordó el código postal con que cargo, el de periodista deportivo. Me ofrecían escribir un artículo de mil quinientos caracteres sobre la Copa América. No era un texto con grandes expectativas. Querían una previa como las que llevan todos. Que enlistara los jugadores a seguir, que incluyera algunos datos económicos y que en una de esas diera mi pronóstico, la mayor libertad creativa que me ofrecían. El dinero era poco, algo más bien simbólico. Les contesté que escribir de futbol en publicaciones distintas a juanfutbol, el proyecto que emprendí desde el 29 de mayo de 2014, no formaba parte de mis planes. Que las únicas razones para aceptar el encargo hubieran sido o una buena cantidad de dinero, que no lo había, o una invitación a escribir libremente, que tampoco la había. Les agradecí la invitación, les platiqué sobre el side project que tengo como escritor, les adjunté ligas para que vieran mis artículos y hasta me ofrecí a ayudarlos a conseguir una persona que pudiera hacer lo que buscaban. Nunca recibí respuesta. Entendí la indirecta. O colaboraba como periodista deportivo o mis letras importaban un carajo.

La de Chilango no es la única historia. Cuando surgió el Huffington Post en México, establecí contacto para que me permitieran publicar mis artículos. Me dijeron que sí, pero sin paga. Dado que es un side project y tengo una actividad principal que me da para comer, acepté. Y casi de inmediato, reconozco que gracias al aprovechamiento del mame que se hizo por la Fórmula 1, tuve el texto más leído del Huffington Post desde que había sido lanzado. Me sentí contento. Por fin un éxito fuera del futbol, donde por fortuna ya había logrado colocar textos que han superado los quince millones de personas y los cien mil shares. Pero lo de la Fórmula 1, confieso, me sabía a más, porque representaba que mi hobby tenía verdadero potencial. A los pocos días dejé de escribir ahí, no querían respetar la libertad que se suponía que había como bloguero y tampoco querían que los textos, por los que no me pagaban nada, fueran publicados en mi cuenta de Medium. Yo argumenté que Medium era clave. Que no lo hacía por las visitas, sino para llevar un registro de mi actividad como escritor, que publicar en exclusiva sin recibir un peso representaba ir contra la construcción de ese hobby al que le había invertido tiempo, cerebro y pasión. Dejé de recibir respuesta.

Tiempo después la historia se repitió. Ahora con la revista Eme Equis. Publiqué aquí, en Medium, una columna sobre la fiesta de XV años de Rubí. Me contactaron para pedirme permiso de publicarla. Les dije que sí. Fue lo más leído. Se hizo viral. Quedé de verlos unos días después. Quería negociar un espacio nuevo de distribución para mis textos. La reunión nunca se produjo. Me agradecieron por el favor, me dijeron que había que ponernos de acuerdo en próximos días. Y me dejaron en visto.

De vez en cuando publico en Nación 321, pero de ahí en fuera mi esfuerzo como escritor no deportivo se ha quedado en este espacio libre de marcas, de dólares y a veces también de lectores, porque aunque Evan Williams dice estar en el camino de salvar el periodismo, son más los pasos que da para atrás que para adelante.

Medium, pese a esa insuficiencia de la que lo acuso, se ha convertido en un generador de confianza. Escribir diario me ha hecho convencerme de que no sólo mis amigos o los aficionados al deporte que me han leído piensan que puedo impactar a través de la escritura. Ahora yo también estoy convencido. Y esa confianza ya tiene chaleco blindado. Un mail de desaire ya no me hace cuestionarme si debo escribir o no. Una petición de exclusiva sin un solo beneficio de por medio me suena a una mala broma. Soy escritor. Porque lo digo yo y porque a las pruebas me remito, aunque mi coordinador siga pensando que ni siquiera valió la pena que estudiara la carrera.

Si eso pasa con fortalezas, puede llegar a ser peor con debilidades. Aunque reconozco que la falta de expectativas en cuanto a mis capacidades de dibujo permite que cualquier like me llene de orgullo. Llevo cinco días con tinta ociosa, como he bautizado a ese proyecto de trazos y letras para una vida con mucho tiempo libre. Por ahora me limito a lo básico. Dibujos que parecen de niño y letras que me ayudan a darles profundidad. Me prometí hacer cuando menos uno diario. No lo hago por los likes ni por el alcance. Es más, me sorprende que cinco, diez o quince personas aplaudan mi obra. Estoy convencido que un aborto de arte no debería ser público. Pero si he aguantado descalificaciones en áreas de las que tengo conocimiento, será natural que soporte críticas o indiferencia respecto a algo que en definitiva aún no sé hacer, y que quién sabe si algún día sepa hacer.

Ahora intento dibujar. Lo hago por mí. Por activar vías alternas de pensamiento. Por volverme un profesional más completo. Porque dibujar, aunque sea a base de palitos y bolitas, incentiva el trabajo creativo. Y también porque aunque tengo desventajas para competir en lo gráfico, confío en que un día tendré buen alcance con mis ilustraciones e historias. No aspiro a ser el dibujante más completo. Ni siquiera me interesa. Aspiro a empaquetar mejor que todos. Con los diseños más básicos, pero con los mensajes más profundos.

Me gusta jugar con los extremos. Estar queriendo apuntalar un hobby que hago bien pero que quiero hacer mejor, y estar descubriendo si detrás de mi incapacidad para dibujar hay un problema con solución. Me gusta sentir miedo, me gusta desafiarme, me gusta crear y me gusta comprobar que los items desbloqueados no son una exclusiva de los videojuegos.

Para volver a mi código postal, que es el de periodista deportivo, les recomiendo hacer una pared creativa entre la actividad intelectual con la que mejor se sientan y aquella en la que ustedes piensen que son un fracaso. A final de cuentas, el miedo aplica para las dos, pero también la recompensa.

Nota del autor:

Es en serio, no soporten su percepción sobre el trabajo que son capaces de hacer en lo que opinen editores de medios de comunicación. Deben ser sus jueces más críticos y también sus seguidores más optimistas. Que la autocrítica los haga mejorar, pero que nunca los detenga. Dejar de crear es darse por vencidos.

Contador: 38 de 38: me da gusto cuando me encuentro a alguno de ustedes en Twitter. Sepan que he vuelto a estar activo ahí, síganme en @macafut. Y si quieren ver cómo me va con la tinta ociosa, los espero en Instagram.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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