México y el heroísmo de ocasión

Mauricio Cabrera
4 min readSep 21, 2017

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La tragedia es descubrimiento. La paradoja del entierro que revive la capacidad de sentir. Porque incluso el espíritu se relaja ante la rutina. Olvida el valor de lo elemental. Del aire que golpea la cara, de la pelota que bota, del perro que corre y del saludo que hasta antes de que la tierra rugiera ya dabas por descontado. La muerte es un regreso a la educación básica de la vida. A esos días en que aprendes a decir gracias. A esa época en que cada gesto y cada hecho son aún misterios sin resolver. A esa edad en que cada pregunta que surge busca respuesta a partir de la curiosidad. A ese tiempo en que una sonrisa cambia tu mundo. Y también a ese tiempo en que cada día es un milagro. Para ti y para los tuyos, que aún cuentan tu vida en horas, días y semanas.

Es mentira que el hombre vuelve a nacer. El juego de carne y hueso nunca empieza de cero. Los vicios permanecen aún en las reinvenciones. Que ante la tragedia guarden reposo no implica que se hayan ido. Están ahí, aguardando a que pase la tormenta que los pone en riesgo. Protegiéndose de ese chubasco de valores olvidados que caen sobre ti ante la emergencia. Y una vez que te relajes, cuando lo excepcional de la vida te vuelva a parecer cotidiano, estarán de vuelta. Con su ceguera selectiva, con su egoísmo, con su ánimo de pelea y con el materialismo como etiqueta.

El México de los últimos días es ejemplar. Su unión inspira y conmueve. Un país volcado en salvar vidas humanas para salvar la propia como nación. Una torre de Jenga que vuelve a empezar. Escombro a escombro. Bloque a bloque con las manos de todos. Los hashtags son de orgullo. Los mensajes expresan el fervor patrio por el que siempre clama septiembre, pero que esta vez, y por los últimos años, sólo pudo darse a partir del siniestro. México de pie. Fuerza México. Yo por México. El amor nacionalista que a las pruebas se remite. Los mexicanos que nos damos ánimos diciéndonos y publicando que somos unos chingones. Y quizás lo somos, pero aplica solo en temporadas de tragedia.

Duele más cuando querer de verdad significa poder. Porque si México quisiera y no pudiera, sería comprensible que en su estado habitual sea un país lleno de crímenes, abusos e injusticias. Que las calles funjan de cuadrilátero de tiempo completo entre automovilistas sin tolerancia, ciclistas que se piensan intocables, peatones que no respetan al resto, asaltantes sin temor a la justicia y policías corruptos que anteponen el valor de la mordida a la rectitud del levantamiento de infracción. Pero cuando se quiere y se puede, como en estas horas en que los víveres en vez de escasear provocan complicaciones por registrar excedentes, o como en estas horas en que una marea de civiles se convierte en el mejor de los ejércitos, descubrir que México es ejemplar por excepción y no por norma es un desperdicio.

La inspiración de México es también su vergüenza. La épica de estos días terminará contrastando con la vuelta a una normalidad que no es la que corresponde. Se vale sentir orgullo por el México de héroes sin capa. Pero también se vale avergonzarse por un país que sólo se tiñe de heroísmo en la tragedia. A los mexicanos nos gusta la épica de ocasión. Incluso en el futbol, visto como un espejo de mucho de lo que somos, la Selección da un partido extraordinario para después perder contra cualquiera. Dado que está demostrado que el país sabe levantarse de matanzas, terremotos y saqueos, habrá que empezar a considerar la posibilidad de que la verdadera prueba para México llegue más con la calma que con la tempestad.

Un país, como una persona, no vuelve a nacer. El juego de carne y hueso nunca empieza de cero. Los vicios permanecen aún en las reinvenciones. Ocultos en la oscuridad para liberarse en cuanto lo elemental vuelva a ser rutinario. Al México de estas horas lo admiro. Me conmueve hasta las lágrimas. Pero el México de siempre me avergüenza. Porque sospecho que cuando la tragedia sea anécdota, México volverá a ser el mismo país lleno de divisiones y desigualdades, el mismo lugar de abusos e inseguridad. Que en algún punto, sin que lo sepamos y ya con nuestro espíritu en reposo, México volverá a colgar el traje para ponérselo de nuevo sólo cuando los escombros se lo demanden.

Nota del autor:

Si el sismo tuvo réplicas, yo tuve secuelas. No me di ningún golpe. No que yo sepa. Pero hoy mi cuerpo se ha sentido débil, como si estuviera cortado. La tensión del piso 12 y su resultado del día siguiente. Hace rato paseé a mis perros. Los quiero siempre, pero no siempre me gusta pasearlos. Hoy fue distinto. Le lancé la pelota diez, quince o veinte veces. Lo que ocurre cuando los hechos de canasta básica se vuelven excepcionales.

Contador: 21 de 21. Si le pido a mi país que sea ejemplar siempre y no sólo en modo tragedia, lo mismo he de hacer con mi idea de ser escritor. Vivir para contarlo. Vivir para escribirlo.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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