Nala
Esta vez la calma es perfecta. No se interrumpe más que por el sonido de los camiones que pasan por la calle. No se escuchan más tus ronquidos incesantes. No está más esa tos intermitente que se convirtió en tu sello desde hace tiempo. Tampoco se escuchan tus pasos fieles que iban sin restricción alguna hacia donde yo fuera. A cualquier día, a cualquier hora, bajo cualquier circunstancia. No está más esa guardiana infalible que desde el suelo anhelaba que algo de comida cayera en cuanto abría el refrigerador.
Dicen que en las películas de terror el silencio es el más grande creador de suspenso. Que es la mejor forma de anticipar el miedo. Pero para mí el silencio es el verdadero terror. Un terror que además será permanente. Porque este silencio absoluto que ahora padezco se quedará por siempre. Porque la muerte me ha robado la calma imperfecta para darme una calma perfecta que me deja sin aliento y sin ganas de seguir.
No sé cómo reconstruirme en el silencio. No sé cómo vivir sin ella. Fue un perro con las vidas de un gato. Sobrevivió al moquillo cuando era cachorra. Sobrevivió a las dos veces que la perdí en el parque en el que siempre paseábamos. Esas veces me cansé de buscarla sin saber que no hacía falta, que ella al no verme había vuelto a casa por cuenta propia. A tres cuadras, con vueltas que dar, con tráfico con el que lidiar, con personas a las que esquivar. A pesar de todo volvía siempre a casa para estar conmigo.
Sobrevivió también a un misterioso golpe que la dejó sin caminar por dos dias. Y a un paro que le dio mientras estaba en el…