Neo Yokio, anime y cómo Netflix volvió a conquistarme

Mauricio Cabrera
5 min readOct 10, 2017

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Un experimento, anime, caricatura, o lo que sea. Me da igual. Sólo sé que me gustó. Que quiero un Toblerone gigante de 4.5 kilos y que a Kaz Kaan ya lo llevo en el corazón. Neo Yokio es un grito de libertad creativa. Es construir a partir del desorden. Es mandar mensajes directos a la sociedad consumista a través del absurdo de un personaje que lo mismo fracasa en el amor que exorciza demonios. Es atreverse a importar los gags y la profundidad japonesa y aplicarlos en la tonta sociedad estadounidense. Neo Yokio es aire puro para Netflix, para mí, y para todos los que aman contar historias sólo para pasar un buen rato. Esta vez no importa lo que piense Rotten Tomatoes. Es más, ni siquiera estoy dispuesto a aceptarlo como un placer culposo porque simplemente no merece estar en esa categoría.

Kaz Kaan, con la voz de Jaden Smith, es un joven abatido por el fracaso amoroso. Ni su dinero, ni sus poderes para exorcizar demonios, ni su talento como jugador de hockey sobre pasto lo sacan de una ruptura que lo lleva a estar deprimido. Lo acompaña su robot gigante Charles, que según leo es una referencia a Neon Genesis Evangelion, uno de las muchos elementos basados en animes de los 80’s y 90’s presentados por Ezra Koenig, vocalista de Vampire Weekend y director de esta serie. Como esos, hay guiños a Sailor Moon, a Pokémon y a varios más,, aunque pasan de largo para newbies del anime como yo. No entenderlos es lo de menos, insisto en que la historia es lo que cuenta.

Como miembro de la magistocracia, Kaz es un tipo que goza de buena posición social pero que tiene que trabajar como cazador de demonios para garantizar ingresos a su familia. Su tía Agatha representa la más pura frivolidad. Le pide que acepte trabajos aunque él no quiera hacerlos. Le arruina planes con nuevas conquistas con tal de salvaguardar el status social de la familia. Es una mujer dispuesta a hacer lo que sea para que ella y Kaz se mantengan en la élite. En uno de esos trabajos forzados, Kaz debe exorcizar a un demonio que ha poseído a Helena Saint Tessoro, una de las grandes bloggeras de la moda en Neo Yokio. Pero algo sale mal. Y aunque parece que Kaz ha resuelto el problema, ella transforma su personalidad capitalista y se convierte en una hikimori, como se llama en Japón a las adolescentes que deciden recluirse y alejarse de la vida social. A partir de ahí se desatan una serie de hechos que desencadenan en la acusación a Helena como responsable de un atentado terrorista al Bachelors’ Board que se mostraba en el Times Square de Neo Yokio.

Para los críticos, abundan animes que superan a Neo Yokio. Yo reconozco que soy primerizo. Que mi único antecedente es Death Note. Y que de no haber visto la historia de Light Yagami con esa libreta que le permitía decidir la hora en que las personas debían morir, no le hubiera dado una oportunidad a Neo Yokio. Pero ahora, con dos animes completos en mi historial y con algunos episodios sueltos de otros títulos, puedo decir que detrás de esta serie hay llamados a la acción, o cuando menos a usar nuestra capacidad de análisis, como al final lo hacen los propios personajes.

Cuando el Bachelors’ Board explota, Charles le pregunta a Kaz si no se siente mejor sin ver un listado en que, además, casi siempre era segundo. Arcangelo, su némesis, suele encargarse de bajarlo del primer lugar las escasas veces en que llega a estar en él. Kaz duda. Hay momentos en que parece agradecer que la presión social se aligere. Sus dilemas existenciales son constantes. Así como se cuestiona la utilidad del listado de solteros, en algún punto se pregunta cómo es que el gran Premio de Fórmula 1 de Neo Yokio pasa justo frente a edificios que están habitados, a lo que le responden que las clases bajas nunca han tenido importancia en la toma de decisiones. En plena carrera, ya montado en un bólido que parece un Ferrari, Kaz toma malas decisiones como piloto y termina siendo golpeado y apedreado por un grupo de vecinos furibundos ante el descaro de montar un show internacional en las comunas de la ciudad. Los pobres queriendo golpear a los ricos. Tan de Neo Yokio y tan de cualquier lugar en el mundo.

Los dilemas nunca frenan a Kaz. Su imagen vale más que su conciencia. Uno de sus primeros grandes enojos se presenta cuando sus amigos le comentan que su smoking tiene toques azules y le advierten que no se verá bien en la fiesta black&white a la que asistirá. Él decide cambiar de vestimenta. Consigue un traje enteramente negro sólo para que Arcangelo se presente con el smoking ligeramente azulado y se convierta en la sensación del evento. Una crítica más a esa sociedad mamadora de Neo Yokio que también existe en Nueva York o en la Ciudad de México.

A Neo Yokio la han acusado de todo. Han dicho que es racista, clasista, homofóbica, misógina y transfóbica. Y sí, el personaje es de clase acomodada. También es cierto que la historia muestra a jóvenes opulentos, robots, vecindarios de lujo bajo el agua y fiestas de la alta sociedad. Pero eso no tendría por qué ser clasista. Es el ecosistema que se decidió para contar la historia. Cualquier obra creativa debe tener sus perímetros, y el de Neo Yokio es así. Aunque temo que las feminazis se me vengan encima, no veo lo misógino en una serie en que el protagonista acaba haciendo todo lo que está a su alcance por salvar a la mujer que ama, pese a que a ésta la han acusado de ser enemiga del estado. A la mujer, por más que Kaz aproveche el cambio temporal de sexo de su amigo por una alberca embrujada, se le da un rol activo, tanto que es Helena Saint Tessoro (Saint Terrorista una vez que estalla el conflicto) la que se atreve a cuestionar con más fuerza el estado actual de una sociedad que ha perdido los más elementales valores de ser para adoptar la superficialidad de pretender. Las acusaciones provienen, como casi siempre, de extremistas que encuentran la felicidad siendo infelices, como he visto que lo describen en Reddit.

No sé sabe si habrá segunda temporada. Presiento que no. Que aunque Ezra Koenig me ha convencido de ver más anime, los detractores ganarán. Y será una pena, porque entonces no me quedará más que esperar a que alguien me regale el Toblerone gigante que en verdad existe y pensar en que lo más entrañable de una historia no pasa por ser el más grande en su género, algo que desde el inicio resultaba improbable dado que la serie dura sólo seis capítulos de media hora, sino por ejercer una libertad creativa que invariablemente, y aunque Rotten Tomatoes diga lo contrario, lleva a la realización como storyteller. Neo Yokio no es ni la mejor ciudad del mundo ni la mejor serie, pero sí es la que hizo que Netflix volviera a conquistarme.

Nota del autor:

Es posible que no la hayan leído, o que no entiendan la referencia, pero el primer texto non sense que me he atrevido a hacer estuvo motivado en la influencia que Neo Yokio ejerció sobre mí. Fíjense en el detalle de Krispy Kreme, en esa publicidad colocada tan al azar. Y en el absurdo de la historia en sí. La libertad creativa es la realización. Y si no, que Neo Yokio me lo demande.

Contador: 35 de 35: Gracias Netflix, porque cuando se me viene la noche apareces tú para darme ideas sobre qué escribir.

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Mauricio Cabrera
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Written by Mauricio Cabrera

Storyteller, escritor, conferencista y analista de nuevos medios. Hago un newsletter sobre marketing y medios. Tengo mi propio podcast.

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