No es Mbappé, es el mundo que nos tocó
La obsesión no se disfruta. Lo sabe Sheldon Cooper. Lo saben las mujeres para las que una toalla mal doblada es un hecho trascendente para el destino universal. Y lo sé yo, que ni siquiera un texto después he podido superar que Mbappé haya sido Campeón del Mundo a los 19 años.
Tengo identificado el problema. Sé que mis obsesiones son pasajeras, que un día se terminan. Pero mientras duran, son una pesadilla. Como el cáncer que estoy seguro que tengo en cuanto estoy enfermo. Como el problema cardíaco que muchas veces he firmado a partir del diagnóstico médico de Yahoo! Respuestas. O como la cicatriz que llevaba meses en mi cara pero que nunca había adquirido relevancia porque ni el espejo ni mis ojos lo denunciaban. Pero que hace poco, en una visita de rutina a la barbería, me descubrieron para justificar la imperfección en el afeitado. Y desde entonces me pongo una crema y un aerosol pretendiendo que desaparezca lo que ya no se irá de ahí. “Tienes un hoyo a esta altura”, me dijeron apuntando a mi mejilla derecha para condenarme a sufrir hasta que una imperfección más notoria se cruce por mi camino. Las verdades duelen tanto que juro que no volveré a esa barbería.
Debe saberse que combato las obsesiones a mi manera. Así como hay algunas que hunden mi amor propio al grado de no querer socializar por sentirme incómodo ante la cicatriz recién descubierta, hay otras que me iluminan cuando he tenido el tiempo suficiente para digerirlas. La Copa del Mundo de Mbappé y sus 19 años conforman uno de esos dolores constructivos, que dejan legado. Es cierto que mientras él a sus 19 ya es millonario y Campeón del Mundo, yo no era más que un mal estudiante universitario y uno de tantos becarios mal pagados en los medios deportivos. Pero también es cierto que a mis 34 hago cosas que ya quisieran haber hecho los de generaciones anteriores. Así me doy cuenta que yo también tendría memes para burlarme de otros, aunque fueran mucho menos orgánicos y condenados a la poca viralidad de lo que se hace viejo.
Dado que tengo sentido de la responsabilidad social, he de decir que mis memes de superación personal a costas de otras podrían servir para varios de mi generación. Antes la oportunidad de recibir conocimiento era inversamente proporcional a la edad que tenías. La sabiduría se vendía como consecuencia de la vejez, no tanto de la preparación. La realización personal te la daba tu estado familiar y el título universitario que hubieras conseguido, aunque formaras parte de ese número de alumnos que aprobó porque a la universidad no le convenía excederse en la cuenta de estudiantes rechazados en su examen profesional. Eras licenciado y padre de familia; viudo y millonario; soltero y contador. Tu configuración personal tenía tan pocas alternativas que podía resolverse con uno de esos jueguitos virales que te piden los dos últimos números de tu teléfono y tu nivel de batería.
Entre más crezco, más me convenzo de la importancia de que la tecnología piense en los de la tercera edad. Tanto en los que ya están instalados ahí, como en los que padecemos la vejez precoz. Y cada vez me lleno más de optimismo. Me imagino memes diciendo “mientras Mauricio Cabrera recibe aplausos en Medium a los 34, tú te preocupabas por escribir una nota que no sabías si alguien iba a leer”. “O mientras Mauricio Cabrera escribe un newsletter a los 34, tú tenías que preocuparte por preparar la sección de clasificados”. No es que Mbappé sea más que yo. Tampoco Luisito Comunica o Yuya. Es la generación en que nos tocó vivir.
Mis esperanzas tienen algo de hollywoodenses. O de literarias, para que no se lea tan mal. Desde que leí Ready Player One me quedé con la sensación de que la realidad virtual, más allá de las múltiples revoluciones que significará para la salud, educación, entretenimiento y hasta para la industria de la pornografía, representará una oportunidad única para que los seres humanos de mayor edad encuentren su lugar a nivel social a partir de su intelecto.
Reconozco que estoy sesgado. Que no practico más ejercicio que el de jugar un partido semanal en futbol 5. Pero más allá de ese sedentarismo que lamento cada vez que me veo en el espejo, estoy convencido que le vendría bien a la sociedad que el concepto de superhombre estuviera más ligado al cerebro que al culto al cuerpo humano y su resistencia. Si en algún momento los gimnasios intelectuales se hacen tan comunes como los de acondicionamiento físico, la sociedad entrará a otro nivel. Y entonces los de sesenta y cuatro podrán hacer sus propios memes para burlarse de los viejitos anteriores a ellos. Será un ejercicio altamente inofensivo dado que la gran mayoría de las víctimas de esas bromas ya estarán descansando en paz.
Seguro que Mbappé está feliz de tener 19 en estos tiempos. Es muy probable que Cristiano esté contento de tener 33, sobre todo si se toma en cuenta que su cuerpo funciona como si fuera Dorian Gray. E incluso yo estoy conforme ante mis 34. Si este mundo presenta algo, son posibilidades que antes no existían. Y lo mismo me espera para el momento en que me alcance la verdadera vejez, cuando aún sin poder caminar podré colocarme unos lentes para que este mundo y el virtual me hagan reírme con los memes de burla a todos los que estuvieron antes de mí.