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¿Por qué las marcas periodísticas independientes pueden ser tan corruptas como los medios establecidos?

Las crisis pueden olerse. Si ya se veía venir que una industria fundamentada en la gratuidad terminaría por colapsar, como ha ocurrido en parte por la pandemia y sobre todo porque al producto periodístico se le abarató al nivel de imaginar que viviría de las marcas y los gobiernos y que estos evitarían la tentación natural de pautar por espacios publicitarios pero también de pautar por voluntades editoriales, ha de aceptarse que detrás de la proliferación de marcas periodísticas independientes se gestarán tarde o temprano las mismas dudas e incluso más cuando de analizar la imparcialidad se trate. Es una cuestión de principios y de tamaños. De defensas y de tentaciones.
La manipulación con nombre y apellido tiene sus riesgos añadidos sobre la manipulación corporativa. A las empresas se les adjudica una etiqueta de la que rara vez pueden deshacerse. La gente está advertida y los hechos se pueden acumular en tal cantidad que se generan argumentos consistentes para entender los intereses que defiende. En ocasiones esa condena deja de ser verdad antes en la realidad que en la percepción de la gente, que ha decidido seguir creyendo aquello de lo que está convencida aunque en la práctica esa consigna haya quedado en desuso.