¿Por qué los periodistas deben dejar de pensar en los grandes medios?
Somos el peor jefe de nosotros mismos. Lo dice Seth Godin. Lo confirman los hechos. El salto periodístico que los medios necesitan no se producirá a partir del súbito convencimiento de aquellos a los que no les interesa, sino del grito de independencia de aquellos que dicen estar convencidos de la necesidad de hacerlo. O son los inconformes los que con sus propios recursos, capacidades y emprendimientos viran hacia el destino que dicen querer para ellos o la única revolución que habrá será tan estéril como el resultado de los múltiples trending topics de hartazgo social en Twitter en torno a la clase política mexicana. Para catapultar al periodismo hacia la ruta que decimos querer, no hay de otra. O los periodistas crean sus propios medios y reinventan el modo en que se monetizan los contenidos y la información o el periodismo que queremos entrará siempre bajo la etiqueta de “especial” (lo que habla de la naturaleza atípica del mismo”) o como una estrategia de limpieza de conciencia y lavado de cara. El cambio no es tan complejo. Sólo hace falta que los inconformes entiendan que quien limita el valor agregado que ellos pueden generar no son los directivos de los medios en que se encuentran, es más bien la propia incapacidad que han tenido para gobernarse a sí mismos y decidir que ese camino, el del empleo seguro aunque duela en el alma, no es para ellos. El periodista debe aprender a ser un mejor jefe de sí mismo. A continuación lo explico:
- Ley de Pareto: es incluso una cuestión matemática. Si en ese 100% de los periodistas inconformes con el modelo de los medios masivos de comunicación en digital se encuentra al menos un 20% que conjugue tanto los deseos de cambiar la industria como la capacidad para crear valor agregado a partir de sus contenidos e historias, ese 20% tendría el empuje suficiente para no sólo (lo sigo acentuando por pura convicción, desafiando a la Real Academia Española y asumiéndome como mi propio jefe aunque algunos lo puedan ver como un error) impulsar al 80% restante de los que afirman no encontrar un espacio laboral y de consumo para sus ideales periodísticos, sino también para que aquellos que hoy defienden aquello en lo que no creen pero que representa su fuente de trabajo, comprendan que hay una vía que no pasa por las corporaciones, los grandes objetivos económicos y las audiencias masivas.
Si se piensa, no se necesita de mucho para que quienes están a disgusto con el exceso de memes, el clickbait, la polémica artificial, el conflicto de intereses y en términos generales todos los vicios que se identifican, puedan encontrar su espacio. Se trata de procurar la existencia de dos o tres comunidades por tema de las que podamos ser parte acorde a nuestros intereses. Espacios de deportes, política o entretenimiento, sólo por citar algunos, que nos garanticen un apego a los valores en los que creemos. Un 20% que reúna la fuerza para decidir su propia independencia y la calidad para hacerse de una audiencia que le permita sostenerse sería suficiente para transformar a toda nuestra industria.
2.- Minimum Viable Audience: apelo de nuevo a uno de los conceptos mencionados por Seth Godin. La Minimum Viable Audience (o audiencia mínima viable) refiere a la cifra de fans, usuarios o personas (como las quieran llamar) que se requieren para alcanzar la rentabilidad. En realidad, lo que necesita un periodista para ser independiente es muy semejante a lo que necesita un medio de comunicación para poder emplear a un periodista. Ambos necesitan acceder a cierta audiencia para poder mantenerse. Es más, si se analiza, el medio está más sujeto a la incertidumbre dado que mientras no monetice a partir del lector esa audiencia mínima viable, salvo que estructure sus operaciones a partir de lo que ingresa mensualmente por vía programática, nunca será garantía de su existencia. Un medio que no genera ingresos a través de sus lectores, en lo que representa una muestra más de la trampa en la que nos metimos, tiene que construir una audiencia como argumento de venta, pero la misma no le garantiza que los anunciantes decidirán invertir en él.
Un periodista, en cambio, no tiene más que alcanzar a esa audiencia mínima viable que le permita estructurar su independencia económica a partir de fuentes tan diversas como suscripciones, cursos, donaciones, capacitaciones, conferencias, merchandising y cuanto activo pueda construir en el camino.
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3.- El bajo sueldo como oportunidad: ha de reconocerse que el periodismo no es una profesión bien remunerada. Incluso, y guardando toda proporción respecto a problemáticas y necesidades, las percepciones de quienes ocupan altos cargos en diarios y medios digitales (exceptuando televisión) comparados con otras profesiones suelen estar por debajo. Esa debilidad es también un llamado a independizarse.
Es altamente probable que un estudiante convencido de lo que quiere hacer como periodista, por ejemplo, terminara ganando más dinero si durante sus años de universidad empera a construir su propio medio (importante mencionar que por medio me refiero a plataforma o comunidad) que si pide trabajo en un medio de comunicación donde podría comenzar recibiendo una paga simbólica hasta ir ascendiendo para alcanzar un sueldo que, si bien le va, podría rondar los 18 mil o 25 mil pesos.
Esa cifra, la de los 18 mil, 25 mil o 35 mil pesos, es común en mandos intermedios e incluso en puestos relativamente altos de medios pequeños y medianos. A cambio de esa percepción económica, al empleado, en este caso el periodista, se le convierte en parte de una batalla por millones de pesos para satisfacer los objetivos anuales de empresas que si tienen fondos de inversión detrás se habrán comprometido a crecimientos porcentuales en ingresos de doble dígito y que en caso contrario buscarán cuando menos la rentabilidad de una estructura en la que el periodista puede no estar de acuerdo, pero de la que será una de las piezas más prescindibles en caso de que esos objetivos no se cumplan al final de un periodo establecido. Si las ventas fallan, es natural asumir que faltan vendedores, no periodistas.
Aquí vale preguntarse, ¿de verdad el trabajo sostenido de un periodista de calidad, con el valor agregado que pudiera entregar, es incapaz de generar 18 mil, 25 mil o 35 mil pesos por su cuenta? Me niego a pensarlo. Por los tiempos que corren, y ante la evidencia del modelo de negocio fallido en que se han movido los medios digitales y la obsolescencia de los impresos, es incluso más sencillo alcanzar el objetivo individual que las metas colectivas.
4.- Los medios bajo el modelo actual no necesitan (buenos) periodistas: quitémonos las apariencias, aunque lo deseable sería que las redacciones estuvieron pobladas de periodistas de calidad, que hubiera un foco en las historias y en la satisfacción de los usuarios, el esquema actual de monetización de los medios (visitas a costa de lo que sea para imprimir banners y que estos se conviertan en dinero o la apuesta por presumir grandes interacciones en redes sociales para entonces vender branded content) no requiere más que de cazadores de tendencias, realizadores de memes, especialistas en seo (que por cierto cualquier periodista a estas alturas también debería serlo), opinólogos que más que dar a conocer un criterio propio digan lo que la mayoría quiere escuchar y si acaso de redactores que en unos cuantos párrafos parafraseen la investigación que otros han hecho.
En los medios digitales tradicionales (sí, hace tiempo que ese adjetivo dejó de ser exclusivo de la radio, la prensa y la tv para incluir a la mayoría de las grandes marcas digitales en México), es un derroche pagar por periodismo de investigación. Las contadas y plausibles excepciones, que están más motivadas por la convicción personal de los que estén al mando que de un entendimiento del negocio, fungen más como caprichos que como un verdadero beneficio para el negocio. El periodista de calidad (o de profundidad para que se entienda que en muchas ocasiones no se trata de una falta de talento sino más bien de la aproximación que se exige realizar ante la inmediatez y la fiebre por los clics) no es un agente útil para generar tráfico y negocio. Su presencia o pasa desapercibida o incomoda a anunciantes. Si se quiere vender es más fácil navegar sin que el periodismo se esté cruzando en el camino.
Mientras los medios de información política sufren para monetizar por tener una naturaleza que desde un principio debió enfocarse en el desarrollo de estrategias para generar ingresos partir del usuario en vez de abrir la puerta al constante dilema ético que representa la naturaleza de sus fuentes alternativas de financiación, los medios deportivos se nutren de tuits polémicos tanto de deportistas y directivos, como de las novias de los mismos y los colaboradores propios y externos. Cuando la nota no llega de un tuit, se produce mediante algún posteo curioso en Tik Tok o Instagram o de alguna imprudencia cometida en Instagram Stories. La televisión también se encarga de aportar material. Cualquier polémica se convierte en noticia. En medio de eso queda el buen periodismo, destinado a un puñado de reporteros que realizan investigaciones para una audiencia que ni siquiera los está buscando y que en su mayoría ni siquiera valorará lo que ahí se presente.
El buen periodista en los medios tradicionales digitales es un lujo. Uno que ante las consecuencias de la pandemia se hace prescindible.
5.- Es demasiado tarde para el cambio: hay que asumir que se está cometiendo una insensatez. Si de por sí el mercado mexicano y latinoamericano se encuentra atrasado con respecto a lo que ocurre en Estados Unidos, donde aún así se pueden contar con los dedos de una mano a los medios digitales masivos que han sido exitosos en su transformación ´y donde el que funciona (el NYT) es tan poderoso que succiona el talento de los demás, ante circunstancias como las que estamos viviendo es irresponsable pretender que un medio que por años apostó por el modelo de gratuidad, con la baja calidad que por lo general implica en lo que respecta al contenido publicado, decida emprender una cruzada por el periodismo antes que por su negocio. Ellos, a diferencia de quien decida emprender, ya cargan con percepciones, empleados, costos de operación y múltiples compromisos que los obligan a seguir por ese camino y a buscar en ese panorama tan complicado su método de supervivencia presente y, peor aún, su supervivencia futura.
Para transformar a medios mexicanos y latinoamericanos acostumbrados a la búsqueda masiva de clics en organizaciones que coloquen a los usuarios por encima de los algoritmos y las redes, se requiere de tiempo que no tienen, de estructuras de las que no disponen porque para hacerlo tendrían que asumir los costos de liquidación, y de filosofías que tardan años en convertirse en mantra tanto hacia dentro, entre los empleados y el equipo directivo, como en la confianza que debe generarse para que la audiencia confíe en que de verdad es la prioridad para dicha publicación.
Es natural que estos defiendan su postura en paneles y espacios públicos. Incluso que se convenzan de que hacen lo correcto por el negocio. Aunque cuestionable si ese negocio se sostendrá en el futuro, lo que por cierto es cada vez más incierto, suena lógico pensar que a mayor número de visitas más difícil que se termine cayendo lo que han construido. Pedirles que abracen la inconformidad de periodistas e incluso de una cantidad significativa de usuarios implica no tener la empatía suficiente para ponernos en su posición.
6.- Los medios masivos y de nicho pueden coexistir e incluso colaborar: es cierto que todo tipo de contenido cabe. Existen, por ejemplo, cafeterías de menú abierto que lo mismo ofrecen un sandwich que enchiladas o hasta un corte de carne y un ramen de ocasión. Existe el buffet donde podemos comer de todo un poco. Pero como en la industria restaurantera, a ellas se suele ir por comodidad y costo, y si bien la comodidad no está garantizada cuando nos referimos a los medios digitales tradicionales por la publicidad intrusiva, sí se puede decir que el costo, o mejor dicho en este caso, la gratuidad, seguirá como un argumento para que nosotros consumamos contenido de ellos tanto en redes sociales como en sus propios plataformas.
También es cierto que un amante de las grandes historias puede divertirse con memes, disfrutar los chismes del momento y buscar el último pleito en televisión, pero dichos medios habrán de aceptar que lo suyo es una oferta dirigida al consumo masivo y al negocio más que a la lealtad del usuario, no porque por fuerza carezcan de calidad, sino porque en una época en la que la diversidad es tan grande que todos encontramos grupos específicos a los que pertenecemos, imaginar que vamos a sentir apego profundo por una plataforma que lo mismo ofrece textos para leer a profundidad que memes, rumores y chismes es atentar contra todos los indicadores que hablan de la hiperpersonalización de la experiencia de los usuarios en todos los ámbitos de la vida, en particular en lo que respecta a su consumo de contenidos y a su interacción con la tecnología.
El acordeón constante en que vive la sociedad está en una fase de cierre. ¿A qué me refiero? A que en los comienzos de Internet hubo una apertura que llevó a que todos quisiéramos estar con todos y a consumir lo que fuera. Ahora estamos cerrando ese acordeón, queremos mayor utilidad para nuestro tiempo, lo que por cierto no se da cuando hemos de estar indagando en un mismo lugar dónde está lo que sí es periodismo y dónde están los memes, y queremos un espacio para convivir con gente que comparte nuestros intereses y estilos de vida. Es un derroche tanto para el buscador de memes como para el buscador de historias a profundidad.
De cualquier modo, y aún entendiendo que el modelo de medio digital tradicional estará sosteniéndose de un hilo que lo mismo pudiera engrosarse que terminar por romperse, habrá que reconocer que los medios de nicho (entendiendo que esos medios de nicho lo serán tanto por la audiencia como por la reducida cantidad de personas que ahí trabajarán en comparación con los grandes medios) y los tradicionales no compiten por lo mismo. Unos buscan el pisa y corre. La visita ocasional de millones. Son plazas públicas para que vaya cuanto turista pase por ahí. Los otros buscan lealtad. En medio queda la oportunidad de colaborar y la de entender que ambos pueden coexistir, como coexisten las cafeterías y las de alta cocina, coexistirán los medios masivos y de nicho, con procesos de construcción de marca distintos y que apelan a lograr objetivos emocionales que contrastan en su relación con los usuarios.
En Estados Unidos la tendencia ha empezado a ser cada vez más marcada. Periodistas destacados de Buzzfeed y el NYT han anunciado que dejan dichas publicaciones para atreverse a lanzar sus propios medios. Plataformas como Substack y Patreon apuntan al desarrollo de comunidades de creadores independientes como un ecosistema vivo, que representa una nueva oleada de individualización de audiencias. Hace apenas unas horas Jeff Jarvis dio la sentencia de muerte a los medios masivos, tanto la radio y la rv, como los digitales. Ben Smith habla de Cameo y el modo en que las celebridades se hacen de dinero durante la pandemia a través de videos cortos. Si los youtubers nunca han dependido de los medios, ¿los periodistas en verdad los necesitan? La respuesta está clara.
Conclusión
No hace falta más que un 20% del 100% de los inconformes para que se genere una revolución periodística. Si se logra combinar la valentía con la calidad, ese 20% será capaz de pronto generar fuentes de empleo para otros convencidos de que debe reestablecerse el modo en que nos relacionamos con los lectores. Para hacerlo resta atreverse a individualizar nuestras necesidades, a reconocer que unos cuantos meses de trabajo bajo apuro valdrán la pena cuando podamos vivir de lo que nos gusta, comunicarnos con nuestra propia audiencia sin que se la estemos rentando a otros y contribuyendo a una causa de la que, en teoría, estamos convencidos. La revolución sólo necesita que aprendamos a ser mejores jefes de nosotros mismos.
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