¿Por qué Cruz Azul me jodió la vida?
Cruz Azul arruina lo que toca. Tuve que convertirme en damnificado para entenderlo. Su mediocridad contagia. Es tan grande que filósofos, motivadores y hasta una constante inversión en terapia psicológica pueden irse a la mierda. Verlo en la cancha es desmitificar. Es la validación de las verdades que duelen. Es el derrumbe instantáneo de los proyectos de largo plazo. Es destrozar la confianza. La suya, la ajena y la mía, que es en realidad la única que me importa.
Nunca pensé que un rival me dejara marcado, al menos no así. Porque recuerdo que José Saturnino Cardozo siempre le anotaba al América. Incluso la remembranza me representa terror. También sé que Landon Donovan me hizo temblar cada que le anotaba a México. Sigo agradeciendo que se haya retirado. Pero aquello era deportivo, meros resultados de un juego. Lo que sentí en el Azul fue más doloroso, mucho más profundo. Estoy seguro que sufrí más que los aficionados cruzazulinos que ya sólo deciden engañarse por hobby. Ellos dominan el guión. Saben cómo empieza y cómo acaba. Pero yo, que para el Cruz Azul no tengo más que sentimientos de compasión, no estaba preparado para que una derrota del Cruz Azul me revelara una verdad que siempre negarán los libros de superación personal. Querer no es poder.
Por primera vez un libro agradeció haber sido adquirido en formato digital. Después de ver perder al Cruz Azul, me quedé con ganas de incendiar cada página de los libros que me mintieron. El de Ryan Holiday hubiera sido el primero. Después, el de Betty Edwards que promete enseñarme a dibujar con el lado derecho del cerebro. A los dos libros los hubiera hecho cenizas. A uno por optimista y al otro por venderme un producto milagro. Que sus autores sean responsables. Que comparen datos. Y que se atrevan, sobre todo eso. Que tengan el valor de decirle a la gente que a veces intentar no es suficiente. Que el ser humano tiene sus límites. Que es posible que yo jamás aprenda a dibujar. O que los intentos desesperados del Cruz Azul carecen de cualquier tipo de valor. El hombre necesita verdades para nutrirse. Golpes tan contundentes que lo lleven a decidirse a dejar de perder el tiempo.
Cruz Azul ridiculiza horas de escuchar podcasts con James Altucher. Pero a él es posible que no lo conozcan, por lo que he de confesar que además de terminar molesto con libros y podcasts, he acabado por tener cierta aversión a Michael Jordan. La retórica de Michael es adictiva. Es el genio con palabras comunes. El que desafíó el tiempo y el espacio con una pelota. Y dado que tiene alcance mundial, imaginé a Paco Jémez usando como herramienta de motivación las palabras de Michael. Jóvenes, si Jordan dice que falló más de 9 mil tiros en su carrera, perdió casi 300 juegos, 26 veces tuvo el tiro ganador y fracasó, y gracias a eso triunfó, ustedes están muy cerca de ser los más grandes de México. Sólo tienen que aguantar, seguir intentando. El premio siempre llega, muchachos. No sabemos cuándo, pero hay que seguir trabajando. Enseguida se escuchan los aplausos. Es un momento emotivo, pero el sonido es tímido, perezoso, falto de convicción. Es el Cruz Azul en su máxima expresión.
Sé que puede sonar a burla. Que hablar en serio del Cruz Azul es como guardar silencio en una buena comedia. Pero lo que digo es real. Sí me imagino al cuerpo técnico teniendo que usar frases, libros, podcasts, series y cuanto esté a la mano para que los jugadores vuelvan a creer en sí mismos. Y también es en serio que me gustaría que quienes alcanzan el éxito dejaran de apelar a la falsa humildad para promover la superación de otros. Si no puedes, no se trata de rendirte, más bien de reinventarte. Pero para que eso pase es necesario encontrar la verdad, esa que bien dicha disminuiría la venta de un producto, pero que también permearía en una audiencia con la suficiente capacidad intelectual para hacer algo con lo que se le está presentando. Urge que alguien le diga al Cruz Azul que este torneo tampoco va a ser Campeón. Urge también que alguien me diga que lo más probable es que no aprenda a dibujar. Querer no es poder. Ni dentro ni fuera de la cancha.
Para comprobarlo en cualquier área de la vida no me hizo falta Cruz Azul. Ya lo venía pensando. Y es que en nuestro entorno siempre está el que desentona. El que se esfuerza como nadie, pero la caga como pocos. El de voluntad inquebrantable, pero con un historial plagado de errores. El que tiene que irse aunque lo intente. Por el bien de la empresa. Y por el suyo. O eso o pasarse la vida esperando lo que no ocurrirá. Que Cruz Azul sea Campeón o que los errores del que siempre se esfuerza un día dejen de producirse. Al final, lo garantizo, será una pérdida de tiempo.
Tengo la sospecha de que los del Cruz Azul perfeccionaron el sistema. Me di cuenta en el estadio. Sus aficionados celebraron el 1–2 como si hubieran ganado el título de la Liga MX. Fue su momento de euforia, el único que tuvieron. Era impresionante escuchar el júbilo por el gol de un equipo que estaba perdiendo, al que le quedaban no más de once minutos para empatar. Me sentí incapaz de comprender. Ahora que lo proceso, y que vuelvo a esas imágenes entrañables de aficionados celebrando su derrota, entiendo que fue su sistema de defensa personal. Que han encontrado el modo de vivir con poco. Que de esa filosofía tan conformista surge el Cruz Azul, surge la mediocridad y surge la verdad que nadie quiere escuchar. Querer no significa poder.
Nota del autor:
Que se sepa que las consecuencias también las pagué en la cancha. Pasa que América ganó dos veces. Al Cruz Azul en la Liga MX, y al juanfutbol en el torneo a beneficencia para las víctimas del sismo. De la Máquina se encargaron Oribe y Darwin. De nosotros, un grupito de desconocidos que está invicto desde hace tres años. Saben de futbol. Lo digo porque nos ganaron y por el uniforme que usan. Grande el América, aunque esta vez haya sido a costa mía.
Contador: 40 de 40. Gracias por acompañarme hasta aquí. Que sean los primeros cuarenta de muchos.