¿Qué nos dejan las redes sociales?
Es muy fácil si empiezas por el resultado. En algún punto, movidos por la tentación que descansa en el bolsillo, olvidamos los propósitos detrás de nuestras acciones. Consumimos sin mayor reflexión de por medio. Por ocio. Por ansiedad. Por abandono. Y cuando nos damos cuenta, parte importante de nuestra vida se ha ido en ello.
Si fuéramos capaces de hacernos la pregunta, la respuesta nos liberaría. No por fuerza implicaría que abandonáramos las redes sociales, sí que al menos tendríamos conciencia de lo que estamos haciendo. De Twitter podemos decir que nos informa, aunque en medio estén las bromas, los odios y las rivalidades que no conforman parte esencial del qué, cómo, cuándo y dónde que supuestamente estamos buscando. De Facebook podemos decir que ocasionalmente tiene links o videos que despiertan nuestra atención, aunque muchas veces la promesa con la que te atrapan no cumpla las expectativas. De Instagram no podemos decir casi nada a favor. O sí. Que nos entretiene, que nos hace perder el tiempo. Que nos permite mostrar nuestra vida y entender la de otros, aunque se trate de ediciones curadas para que solo se muestre lo que queremos ver. Felicidad, estilo de vida, fiesta. Todo lo que conlleve aspiracionalidad, aunque muchas de las ocasiones sea mentira.
Se dirá que al ocio antes lo nutríamos de otra forma. Que pasábamos horas viendo fútbol. Que se nos iba la mañana viendo caricaturas. Pero al menos esos espacios se enmarcaban en un comienzo y final. Veíamos un partido. O dos. O los que fueran. Noventa, ciento ochenta minutos, doscientos setenta. Los que quisiéramos para consumir un producto. Porque nos gustaba verlo y porque nos entretenía. Lo mismo pasaba con las series o con los noticieros. Teníamos un propósito, ese que hoy se ha perdido en el hacer por hacer.
Hace falta que al tiempo lo tratemos como al dinero. Entiendo que hacerlo podría llevar a la ansiedad. Si a la falta de dinero le sumamos la falta de tiempo, el escenario lucirá catastrófico. Pero o logramos generar conciencia o cada vez más grande será la frustración de acabar dándonos cuenta que ahí donde pudimos estudiar, estuvo nuestro seguimiento puntual del hilo en que alguien agredía a otro; que ahí donde pudimos crear, estuvo la vida perfecta de otro que nada tiene que ver con nosotros; y que ahí donde estuvo la oportunidad de vivir, decidimos posar para el smartphone.
El propósito es clave. A la TV, a la radio y al periódico se les trataba como un medio para cumplir un fin. Ver un show particular, encontrar la columna de un escritor particular, seguir a un equipo. A las redes sociales, en cambio, se les ha permitido ser el fin más que el medio. Queremos estar en Instagram porque sí. Nos metemos a Twitter temiendo habernos perdido algo. El FOMO es el mejor aliado que pueden tener. Las redes son una amenaza constante a nuestro papel en sociedad. Para empaquetarlo aún mejor están las tendencias que son el equivalente a las de la moda, con la diferencia de que las primeras cambian cuantas veces sea en el día mientras que las otras, aunque ya no con la precisión de las temporadas, es más sencillo seguirlas. En los primeros medios había la certeza de lo que encontraríamos en un tiempo y lugar determinado. En las redes impera la incertidumbre, lo que hace que estemos atrapados esperando a que ese algo que desconocemos pero que estamos esperando sin razón alguna se presente frente a nosotros.
Pregúntate que te dejan las redes sociales. Cuando te respondas, no generalices ni seas benévolo con ellas. YouTube, por ejemplo, te puede dejar mucho si lo buscas con una intención. Puedes aprender lo que quieras ahí. O especializarte en k pop. O resolver varias de las máximas curiosidades de la humanidad. Incluso Instagram tiene personas y marcas que te aportan información valiosa para tu vida. Pero tu consumo no va tanto por personas como por plataformas. Es ahí donde vale la pena que te preguntes para qué, què has hecho con los minutos que les has dedicado, qué pretendías consumiéndolas. Quizás así reduzcas tu uso de ellas. Quizás así te convenzas de que estás regalando tu tiempo a cambio de nada. O quizás, solo quizás, aún con esa pregunta y su respuesta correspondiente, te sentirás orgulloso de cada maldito minuto invertido en las redes sociales. Una inversión o un derroche. De ti depende, solo ten conciencia al respecto.