Sato Maki

Ese trazo tenía algo de especial. Lo hizo sin prisa. Consciente de que estaba a salvo, como. nunca había querido estarlo. Salvo ahora que se había dado por vencido.

Sostuvo la lata de aerosol un par de segundos más. Lo hizo mientras miraba su obra. La última pieza de un mensaje que hasta ahora no había sido comprendido. Lo que estaba por hacer nunca fue parte del plan inicial, pero era eso o continuar su obra cuando ya no tenía nada más que decir.

No entendía qué había fallado. O es que quizás su error fue siempre sobrevalorar a los seres humanos. Podía entender que su primera marca no fuera evidente. La puso a unas cuadras de su obra. Y era apenas un guiño. Un ojo mirando en dirección a su primer acto. Incluso podía aceptar que el segundo pasara desapercibido. Ahí se limitó a dibujar a un par de calles de distancia una cuerda como si fuera parte de un rodeo. Pero joder, ya para el quinto había empezado a mezclar sangre con aerosol. Y se había acercado hasta hacerlo casi en la misma casa de su obra. La suya era la descripción gráfica de la culpabilidad.

No tenia más opción. Se podía entregar, pero hacerlo hubiera destruido su narrativa. Había hecho lo suyo. Dejó todas las señales posibles. Una marca y una obra para que se entendiera. Si los graffitis no eran comprensibles, los hechos aclararían su mensaje. O al menos eso pensaba hasta terminar por aceptar que era un incomprendido.

La muerte de otros nunca había sido el objetivo. Fueron. un mal necesario en su lucha por ser aceptado. Pero ni así captaron su mensaje. Mientras llevaba la mano derecha al bolsillo de su pantalón, pensó en que no importaba cuántos ojos tecnológicos se añadieran a la visión humana, ésta se ha quedado ciega. Tanto que ni un juego, ni una obra ni una marca son suficientes para ser comprendido. Lo último que vio tras apretar el gatillo fue la última marca de su vida en la tierra: 後期 (final en japonés). Con la obra y la marca en el mismo sitio quizás por fin podrían comprenderlo.