Snapchat, la guerrilla que quiere ser imperio
O nosotros o nadie. Es un underdog por excelencia. Distinto, difícil de entender, extravagante. Incluso carismático a partir de los filtros. Si fuera futbol, sería el segundo equipo de todos. El débil que le compite a los fuertes. El que con menos hace más. El que enamora con su estilo de juego. Pero esta vez la vida no es como el juego. Su victoria sería la envidia de los medios. El síndrome de Estocolmo opera con una curiosa reacción de gusto cuando los números demuestran que Snapchat pierde ante Facebook. Como si el triunfo de Mark fuera también el nuestro. Como si prefiriéramos al rebelde inscrito en el sistema para validar que la esclavitud es la única opción para todos. Su fracaso como consuelo de terceros.
El hombre se aferra a la estabilidad. A lo que conoce aunque le disguste. La filosofía popular lo entiende bajo el dicho del más vale malo por conocido que bueno por conocer. En una cotidianidad cambiante, que Facebook, Google, Amazon, Netflix y Apple dominen el mundo se ha convertido en un asidero de calma. No por lo que ofrecen, sino porque nos hemos acostumbrado a ellos. No creemos en golpes de estado ni derrocamientos, al menos no en digital. Aunque sabemos que Facebook abusa de usuarios, medios y anunciantes en aras de hacer negocio, nos sentimos más seguros estando de su lado; aunque tenemos claro que Google hace lo que quiere con nuestra privacidad, le seguimos entregando nuestra información para evitar la incomodidad de ir a una nueva plataforma; aunque Amazon pone en jaque a los supermercados, las librerías, las jugueterías y a cuanta industria se cruce por su camino, seguimos comprando en línea y sepultando pequeñas y medianas empresas; aunque Netflix haga lo que quiere con las series que nos gustan, seguimos apostando por él con tal de no tener que hacer un nuevo pago en otra plataforma; y aunque hoy un teléfono de Apple cueste casi lo mismo que una computadora, lo agotamos para estar en tendencia. Tenemos tantos peros como razones para seguir ahí. Es el sistema y su manejo estratégico de la insatisfacción.
Que Snapchat no acabara doblegado conviene a todos. Por fin un outsider que no estuvo a la venta para Facebook. Pero hoy su fortaleza se convirtió en debilidad. Si su compromiso con la confidencialidad y el buen contenido lo llevó a ser considerado, son esos mismos atributos los que lo ponen en jaque. Sí, dio con la fórmula para atrapar a los más jóvenes en Estados Unidos y Europa, pero su foco excesivo en ellos derivó en un abandono del resto del mundo y en un desprecio a usuarios de generaciones anteriores. Si quiere triunfar en Wall Street, o atiende a los países emergentes y a personas de mayor edad o acabará castigado por un mercado que más que medir a Snapchat contra sí mismo, lo mide contra Facebook.
Las guerrillas no hacen imperios. Y a Snapchat se le está pidiendo que lo haga. A estas alturas las formas son lo de menos. A Evan le exigen que su plataforma no sea sólo para ricos ni sólo para jóvenes. Que se preocupe por Android. Que atienda el user experience de los migrantes digitales. Que se base en los algoritmos que mejor funcionan, que son los de Facebook. Que genere nuevas alternativas publicitarias, que también son las de Facebook. En pocas palabras, que sea Facebook, pero llamándose Snapchat. Mientras Mark tuvo que copiar los elementos más innovadores de Evan, Evan debe replicar varios de los atributos que más detesta de la plataforma de Mark. Las ideas perduran hasta que la escala llama.
A los publishers les toca jugar con astucia. Atreverse a respaldar al underdog. Si Snapchat lograra el cometido de competirle a Facebook, incluso si terminara presentando más de lo mismo, los medios de comunicación serían de los más beneficiados. Habría más alternativas para distribuir contenidos y monetizar. Habría formas de sentir que la vida y la muerte no es eso que viene y va conforme a los algoritmos de Facebook. Si Snapchat triunfara ahí donde los publishers no hemos podido, sería un motivo de envidia, pero también un punto de partida para pensar que el sistema puede romperse. Eso, y que las guerrillas también hacen imperios.
Nota del autor:
Desperté sin saber de qué escribir. Esbocé algunas ideas, pero acabé encontrando la respuesta en este texto compartido por Mael Vallejo en Proyecto Morona, grupo en Facebook para pequeños creadores de grandes ideas. Súmense para recibir ese tipo de inspiración.
Contador: 64 de 64. Pude haber escrito de futbol. Me quedé ardido con la derrota del América. Pero mejor otro día, cuando el mismo América mandé ese constante recordatorio al país sobre su prestigio como el más grande de México.