Tu camino no es el de todos
Es posible que el camino más poblado no sea para ti. Que allá a donde se dirigen todos no sea sino lo más alejado de tu felicidad. Porque aún en estos tiempos es fácil equivocar la ruta. Ya no por compromisos de sangre ni por cuestiones de honor, sí por apariencias, estereotipos y status. Sí porque otros querrán que seas lo que no eres y porque tú, en algún punto, podrás querer ser quien no eres.
El presente no es tan distinto al pasado. Han cambiado los motivos por los que elegiríamos ser lo que no somos, pero los números de quienes lo hacen se cuentan por miles y quizás por millones. Como antes. Como siempre ha sido. Solo que ahora por la libertad mal gestionada en vez de que sea por la falta de ella.
Entre más vemos lo que otros son, más factible es que olvidemos nuestra propia originalidad. El exhibicionismo de Instagram, la presunción jerárquica de LinkedIn y la aspiracionalidad de los influencers componen un cóctel molotov capaz de bombardear cualquier cimiento personal. Asciende, escala, brilla. Súmate al éxito que llevamos tan seguro que lo ponemos sin titubeos en nuestro perfil.
No es tanto el gusto por imitar como el miedo a explorar. Llegado el momento, son muchos los que a falta de una decisión propia delegan en un tercero, al que quizás ni siquiera conozcan, la elección respecto a su futuro. Quiero ser como X. Quiero verme como Y. Y como mensaje de fondo, quiero encajar.
Para la verdadera independencia no hay motor más efectivo que el del amor propio. Cuando falta él, tu marca se diluye para teñirse con los pensamientos, ideas y colores de otro. Por eso el mexicano habla, viste y come convencido de su patria, pero lo hace luciendo el merchandising patriótico que paradójicamente se escribe en inglés. Mexico is the shit. I’m Mexican. Mex I Can. Soy mexicano y hablo español mientras el ojo de la globalización no opine lo contrario.
Lo que pasa con las naciones ocurre también con los individuos. Vivimos confundidos entre la conciencia propia y el trending topic ajeno. La originalidad no pasa por ir de shorts cuando todos van de largo. Tampoco por ir de tenis cuando todos van de zapato. La originalidad es ser lo que se quiere ser en todo momento. La traición a uno mismo lo mismo puede empezar por ir de camisa cuando no lo quieres hacer como por teñirte el pelo de colores cada semana solo porque te has creído que ese es el modo de sentirte revolucionario en el siglo XXI. Los millennials y la generación Z no por fuerza son más auténticas que sus predecedentes. Que vayan de shorts y calcetas largas de colores solo cambia la forma, no el fondo, que es, en algunos casos, un grito desesperado por pertenecer al grupo en que se encasilla la originalidad. Y cuando ésta se encasilla, bueno, pues es que ha dejado de ser originalidad para fundirse con la imitación y el disfraz.
Recibe cuantas influencias quieras del exterior. Reúne todo el inventario que necesites para decidir la vida que llevarás puesta. Pero hazlo solo como referencia. Si en el marketing y la creatividad hay que saber robar como artista, en la vida hay que hacerlo como individuo. Que sabe que otros tienen algunas respuestas, y que quizás alguna o algunas aplican para él, pero que también tiene claro que la última palabra la tiene él mismo. Dado que solo tenemos una vida, más vale que vayamos disfrutando la nuestra.