Tus peores obras construyen las mejores
Va más allá de la pirámide invertida de Gary Vee. No se fundamenta ni en lo que quieren los algoritmos ni en lo que incentivan los buscadores. Sé prolífico porque es el mejor camino para crear una obra maestra. Sé prolífico porque es la forma más humilde de reconocer que solo a través de la consistencia podremos alcanzar la originalidad que estamos buscando.
Para acceder al éxito público se necesita del trabajo anónimo porque pese a ser puesto a la vista de todos tendrá un mínimo impacto. Te pasará lo que también le ha pasado a Mozart, a Picasso, a Bach… y a todos los creativos que para hacerse memorables tuvieron que crear productos para el olvido, ignorados por la audiencia, incluso señalados por su mala calidad.
Shakespeare, cuenta Adam Grant en Originales, su libro sobre el modo en que los creativos pueden aprender a predecir cuáles de sus trabajos serán los más exitosos, escribió Macbeth, el Rey Lear y Othelo en una ventana de cinco años. Todas ellas consideradas obras maestras. Todas ellas piezas indispensables para entender la historia de la literatura universal. Pero en esa misma ventana de tiempo, creó Timón de Atenas y A buen fin no hay mal principio, señaladas por los críticos como dos de sus peores obras por tener una prosa desprolija y un desarrollo de guión incompleto y torpe.